Cap. 2 "Un amistoso combate"

Los reyes y reinas tuvieron una cómoda alcoba para cada uno en Anvard, en la noche durmieron bastante bien pero con el miedo vivo de que las tropas de Calormen atacaran repentinamente. Pero afortunadamente no fue así.

El gran Rey Peter y su ayudante de confianza, Peridan, despertaron bastante temprano para planificar sus ataques, si es que los calormenes atacaban. A los minutos después le siguieron los tres hermanos.

El rey Lune había pasado en vela casi toda la noche, pensando en estrategias y planes convenientes para defender su nación.

Cuando el sol ya se había asomado en el montañoso país de Archenland, Peter y Edmund entrenaban a sus tropas haciendo combates de espadas. Susan por su parte, arquería, mayoritariamente junto a los enanos, y Lucy, enseñaba primeros auxilios a las criadas de Archenland.


Aralen, desde el balcón de su habitación, podía presenciar todo lo que estaba ocurriendo ante las puertas de su hogar.

-¿No crees que esos reyes son demasiado jóvenes para serlo?- preguntaba Aralen a su criada, sin despegar la vista de los cuatro- No, espera... ¿Por que son cuatro reyes?

-Porque así lo decidió Aslan, querida doncella- explico la criada, mientras cepillaba el cabello de la joven.

-Creo que sería mejor bajar hasta allá, entregarles agua y alimentos, a quienes entrenan con el sudor en su frente, para mantenerlos con buena postura- propusó Aralen.

-Su majestad, suena muy noble de su parte-dijo la criada- Pero el problema es que su padre no me permite dejarla salir de este castillo, pues, podría resultar un grave peligro para usted.

-Mi padre ha estado muy alterado, por favor, no le hagas caso y vamos- dijo la joven tomando a la criada del brazo y echando a correr por los pasillos del solitario castillo hasta llegar a la cocina, llenando unos tarritos de madera, y la criada tomo varios vasos, y luego echaron a correr hasta el patio.

Al ver a la princesa, todos hicieron una reverencia ante ella y la saludaban.


-Buenos días, Aralen- dijo Susan al verla.

-Oh, buenos días- respondió ella- He traído un poco de agua para quienes están entrenando duramente.

-Muchas gracias, Aralen- dijo Susan bebiendo un poco de agua, sentía algo de ardor en sus brazos al manejar arquería casi toda la mañana.-Oh, ven a presenciar esto.

Susan, entre la muchedumbre, guío a la joven hasta donde estaban sus dos hermanos.

Ambos tenían una lucha de espadas, claramente amistosa, para ver quien manejaba mejor la técnica.

Todos, haciendo un circulo al rededor de ellos, los miraban y gritaban expectantes.

-Mis hermanos son muy buenos en la lucha de espadas- dijo Susan a Aralen.

Ambos hermanos, daban lo mejor en la pelea, con una sonrisa en sus rostros y una espada en sus manos, peleaban hombro a hombro para ver quien resultaba vencedor en una simple batalla que salió de una apuesta.

Era difícil decir quien iba mejor, pues, ambos eran muy buenos para esto. Hasta que en un instante, casi sin notarlo, Peter acorraló tanto a su hermano menor, que este termino cayendo el césped. Pareciera que el máximo Rey ganaría esta pelea, la muchedumbre gritaba aún mas fuerte al ver esta escena y Edmund, queriendo demostrar que también era bueno, hizo que sus pies se enredaran a los de su hermano, lo cual este termino perdiendo el equilibrio y cayó, dejando su espada mas lejos de él, y Edmund aprovecho la ocasión y apuntó a su hermano con la espada en el rostro.

Edmund era el vencedor.

La muchedumbre gritó aun mas fuerte al notar que el menor era el ganador.

Los hermanos no perdían la sonrisa de sus caras, el mas joven dejó su espada a un lado y le dio la mano a su hermano para levantarlo del césped.

-Ha sido un maravilloso combate, hermano menor- dijo Peter, bastante contento.

Todo el mundo comenzó a felicitarlos, y mas que nada, sobre todo a interrogarlos para aprender sus increíbles trucos.

-Ahora veo, porque son tan jóvenes y porque son reyes- murmuró Aralen bastante sorprendida al presenciar el combate.

-¿Dijo algo, Aralen?- preguntó Susan, buscando las caras de sus hermanos.

-Nada, Reina- respondió esta- Solo que ambos son muy buenos.

-Entrenan día a día para ser como son- dijo Susan- ¡Oh, oh! Al fin he encontrado a Peter, iré a convidarle un poco de agua. Si ves a mi hermano menor, por favor, convidale un poco también a él ¿Sí?

-Esta bien, Reina Susan- dijo Aralen.

Aralen se sentía algo diminuta al estar entremedio de tantos narnianos, pues, pareciera que no estaba en su país.

Entre tanto mirar faunos, enanos y minotauros, encontró el rostro de Edmund.

Comenzó a acercarse, algo tímida, con el pequeño balde de agua sosteniendo en sus manos hacia la autoridad de Narnia.


-Debe tener sed, Rey Edmund- dijo Aralen, una vez cerca del joven.


El joven, miro a la chica y sintió que por un momento se hundió en los ojos azulados de ella. Cuando la vio por primera vez en la biblioteca le pareció muy bella, pero ahora, que la tenía mas cerca, le parecía que la palabra "bella" era demasiado poco para definir a la pequeña alteza de Archenland.

Al notar que el joven estaba consternado mirandola, la chica estrechó sus brazos y convido agua de su balde, insistiendo.

-Oh, muchas gracias, Aralen- dijo el rey Edmund, con una sonrisa algo nerviosa.

Edmund comenzó a beber un poco, pero sus incontrolables ojos se devolvieron a la mirada de la joven.

Ella le sonrió con coquetería, y aunque podía disimularlo mejor, también estaba nerviosa.

Edmund trató de sonreír también, torpemente mientras bebía el agua, pero solo provoco que el agua cayera a cualquier parte.

La chica comenzó a reír, no en un tono burlesco, sino que era una risa bastante agradable de oír.

Edmund también reía, con un poco mas de pánico, pues, no quería quedar como un tonto.

Aralen, para no seguir torturando al rey, le dijo:

-Fue una combate muy bueno, ¡Quede muy impresionada de ambos!

-Espero que le haya agradado- dijo Edmund, volviendo ya a su compostura seria y tranquila- Y todos los narnianos combatimos de la misma manera, por lo tanto, no hay que temer de los Calormenes.

La chica sonrió al oír lo ultimo, pues, la hizo sentir protegida y con valor.

Estuvieron varios segundos contemplandose uno al otro, sin decir nada y si no hubiera nadie al rededor, solo con una sonrisa boba en sus labios. El momento casi mágico y enternecido, fue interrumpido por un grito de la criada de Aralen.

-¡Su majestad!-exclamó esta- ¡Su padre, el gran rey, esta muy enfurecido con usted por no obedecerlo!

-Oh, ya voy, ya voy- respondió la joven- Con su permiso, Rey Edmund.

-Adelante- dijo el joven.

Esta vez, la criada tomó de la mano a su princesa y se la llevo corriendo hasta entrar a Anvard. Ahí, se encontraba su padre, bastante molesto.

-Hija, único recuerdo de mi querida esposa- dijo el Rey Lune- ¿Por que no me has obedecido? Oh, estoy muy disgustado contigo, hija mia, ¿Que sucedería si un Calormene te captura? Pues, yo, como tu padre y como rey de Archenland me sentiría muy mal, con mucha pena, rabia y verguenza de haberte perdido, ya que le prometí a tu madre, en su lecho de muerte que te protegería con mi vida.

-Oh, querido padre, lo siento mucho- dijo la joven llevando la vista hacia sus zapatos, como perro arrepentido- Mi intención no ha sido asustarlo, ¡Para nada!, solo quise ir a ayudar a las tropas que se están sacrificando por defender nuestro país... tan solo fui al patio.

La expresión del rostro del Rey paso de una de rabia a una de comprensión.

-Por favor, no culpes a mi criada, yo la obligue a que me acompañara- dijo la chica levantando su mirada hacia la de su padre- Estuve con la Reina Susan, quien me invito a presenciar el combate de espadas entre sus hermanos, y luego me quede charlando con el Rey Edmund.

-¿Te quedaste charlando con el Rey Edmund?

-Pues, sí, padre. Debo agregar que es una persona muy agradable.

Su padre solo sonrío y puso su mano suavemente sobre el hombro de su hija.

-No lo hagas otra vez, Aralen de mi vida ¿Sí?

-Si, querido padre.

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