"Pero cuando la cimitarra de acercaba al cuerpo de la víctima, Edmund aun sosteniendo la espada en la mano, la arrastró primero por el suelo y luego en el aire, en dirección a Rabadash, cayendo el filo de esta sobre la pierna izquierda de Rabadash.
El príncipe gritó del enorme dolor, la espada caló profundo sobre la pierna de este.
Edmund se levantó otra vez, al combate... era obvio, dañar a alguien en la pierna es peor que dañar a alguien en el brazo.
Toda una estrategia... Rabadash comenzaba a retroceder cojeando mientras se zafaba de los ataques de Edmund.
Sinceramente, no se de donde sacó tanto fuerza, pude jurar que su fin se había acercado al verlo tirado en el suelo completamente débil.
¡La espada de Edmund le dio a la mano de Rabadash, provocando que su espada, única arma cayera lejos de él!
Rabadash cayó al suelo, sin arma para defenderse y con una herida enorme en la pierna.
-Ahora si... al fin el fin.- dijo Edmund, con una sonrisa que trataba de ser cruel pero era imposible en su noble rostro.
Edmund lo apuntó al cuello con su espada y Rabadash bajó la vista entre pequeños gemidos debido al dolor.
-Me rindo- dijo Rabadash entre dientes.
-¿Haz dicho algo?- preguntó Edmund.
-Me rindo.
-Mas fuerte... no te oigo.
-¡Me rindo!
Los gritos de alegría de la muchedumbre narniana y archenlandiana se hicieron escuchar de inmediato.
-Te rindes... ¿Y cual era tu promesa si te rendías o perdías?
-No volver a acercarme a Aralen... ni a Archenland.
-Promesas son promesas, Rabadash- dijo Edmund guardando su espada- Tu padre, el Tisroc estaría decepcionado si no las cumples, de eso no cabe duda.
Edmund le dio la orden a los calormenes para que fueran a retirar el débil cuerpo de Rabadash, pero apenas giró para ir con sus hermanos, este cayó al suelo desvaneciendose por completo debido a la perdida de sangre de su brazo.
Sus hermanos, y todos los demás, fueron a socorrerlo y llevarlo a Anvard."
(Termina de relatar Aralen)
Un par de horas después, Aralen se encontraba en su habitación sentada en su silla, frente al espejo peinando su cabello con delicadeza. Acababa de darse un buen baño de relajación.
Al rato siguiente, alguien toca la puerta.
-¿Quién es?- preguntó Aralen.
-Yo, tu padre- respondió desde atrás de la puerta.
Aralen se levantó de su asiento y ella misma abrió la puerta e invito a su padre a pasar a su habitación.
-¿Como se encuentra, hija mia?- preguntó el Rey.
-Casi como nueva luego de ese baño de espumas- respondió la doncella con una sonrisa radiante.
-¡Que bien me parece!- exclamó el Rey y luego agregó- Pues, nuestra nación esta preparando un gran banquete de agradecimiento a los Reyes de Narnia y sus tropas... en especial es dedicado al Rey Edmund, por su admirable valentía y valor.
-Que bien me parece, se merecen un buen reconocimiento de nuestra parte- dijo su hija y volteando a mirar la vista desde su balcón y con un tono algo melancólico, preguntó- Padre... ¿Cómo se encuentra el Rey Edmund?
-Oh, el Rey Edmund se encuentra bien- respondió el Rey, quien le causo un gran enternecimiento la pregunta de su hija- Su hermana menor, la reina Lucy, le dio de beber unas gotas de una especie de "agua re ponedora" desde un pequeño frasco y el Rey de inmediato despertó de su desvanecimiento que tuvo debido a la herida en su brazo.
-Y, ¿Que hay de la herida en su brazo?
-Nuestras criadas se encargaron de eso, Aralen. El Rey ahora se encuentra bastante bien, dandose un buen baño como se lo merece.
-Me alegra mucho saber que esta bien- dijo la doncella sonriendo.
Hubo un largo momento de silencio entre los dos.
-Aralen, hija, creo que le debo una explicación y una disculpa- dijo el Rey Lune, acercandose a su hija, quien aun permanecía mirando el paisaje de su nación.
-El Rey Edmund me explicó todo cuando íbamos huyendo de Archenland- dijo Aralen.
-El Rey Edmund no lo sabe todo.
-¿No?
Aralen voltio a mirar a su padre y lo miro fijamente a los ojos:
-Lo escucho, padre. Soy toda oídos.
El Rey Lune tomó asiento en la esquina de la cama de su hija, estaba cansado, le fue un día agotador. Los años ya le estaban pasando la cuenta.
-Solo unos días antes de que negaras la petición de Rabadash, fui a visitar la tumba de mi difunta esposa... fue un día, muy temprano en la mañana, aun permanecías dormida, Aralen. Le llevaba un inmenso ramo de flores para adornar su tumba, por como se lo merece por haber sido una buena mujer, esposa y madre en vida. Fui sin compañía de nadie, solo quería permanecer un momento solemne junto a ella... pero una vez que llegué allá, me llevé una inesperada sorpresa y algo de susto. Una mujer de cabello largo de un color profundo como el vino y traía puesto un vestido muy largo que le cubría hasta los pies y tan negro como azabache miraba fijamente la tumba de mi esposa.
La mujer volteó y clavó su mirada extraña en la mía. Sus ojos hacían juego con su vestido.
"¿Quién es usted?"- me apresuré en preguntar. Ella se acercó a mí con lentitud y yo sudaba del miedo. "Tranquilo, Rey Lune, no le haré daño en absoluto"- dijo la mujer calmandome. Por su apariencia pensé que era alguien malvado, pero al hablarme sentí la credibilidad absoluta en sus palabras. "¿Qué es lo que quiere de mí?"- pregunté, la curiosidad me invadía. "Rey Lune una guerra se desatará prontamente, un país cercano amenazara con acabar Archenland"- dijo la mujer con bastante seguridad. "¿Una... una guerra?"-balbucee- Lo veo imposible, Archenland es un país pacifico". Dude de sus palabras y ella, como leyendo mis pensamientos dijo: "No estoy mintiendo, Rey Lune... Es mas, le estoy ayudando bastante con esta información". No dije nada, solo esperé a que continuara y así lo hizo: "Lamento sincerarme tanto, pero, Rey Lune, usted ya esta bastante viejo y los años lo están consumiendo completamente... no le queda mucho tiempo de vida. Se que usted mismo se siente muy cansado y acabado". Sus palabras calaron hondo en mi corazón. "Y hasta usted mismo presiente eso en su interior... por eso busca un esposo urgente para su hija, alguien que tomé su cargo y a la vez, proteja y ame a Aralen cuando usted dejé de estar presente para ella." La mujer, tenía bastante razón, ella estaba diciendo toda la verdad... "Una vez que este país caiga en guerra, es completamente obvio que usted, Rey Lune, pedirá ayuda a Narnia, aliado indiscutible desde tiempos remotos de Archenland y sus reyes, noblemente, aceptaran. Narnia es gobernado por cuatro hermanos, dos de ellos Reyes y dos de ellas Reinas, como usted bien sabe. Lo siguiente que le diré, oigalo con mucha atención: Aralen debe ser casada con uno de ellos dos, y usted, sabrá de inmediato cual de los dos es el idóneo para su infinitamente querida hija." Me sorprendí y dije: "¿Cómo es que mi hija debe ser casada a la fuerza con uno de los Reyes de Narnia? Tanto ella, como yo, no lo permitiríamos." La mujer me respondió: "Rey Lune, serán almas gemelas... pero es usted quien debe juntarlos en medio de todo el alboroto de los preparativos para la guerra en el que estarán sumidos". Eso explicaba un poco, pero era bastante complicado: "Estar preparado para una guerra, y ademas juntar a mi hija con uno de los Reyes de Narnia ¡Qué difícil!". Ella finalizó con un: "Difícil, pero no imposible... espero haberlo ayudado, debo marcharme". La mujer avanzó tan rápido en medio del bosque que una vez que la seguí no quedaban huellas de ella.
Aralen, si ahora te das cuenta, hice todo lo que me pidió esa mujer y es así, como se cumplió y tenía toda la razón.
La joven. estaba completamente sorprendida e impactada por lo que su padre le acababa de contar. Ahora si, todo tenía mas sentido. ¡Mucho sentido!
-Pero... Al final de cuentas, ¿Supo quien era esa mujer?
-Sí, si lo supe.
-¿Y bien?
El rey dio un largo respiro antes de contestar:
-Revisando y revisando retratos de mi amada esposa para recordarla, llegué a un retrato idéntico al de aquella mujer del bosque... Su nombre es Dena... y era la hermana de mi esposa, quien había fallecido antes de que tu madre aceptara ser mi esposa.
-Quieres decir que... ¿Se trataba de mi difunta tía?
-No se explicarlo como... pero sí, estoy mas que seguro que se trataba de ella.
Aralen, con el corazón latiendo a toda velocidad y casi sin poder hablar, solo atinó a correr a los brazos de su padre y abrazarlo con todas fuerzas. Sus lagrimas fueron inevitables.
-
Horas después.
Rina tocaba la habitación donde se encontraba Edmund.
-Adelante- dijo él, quien sentado en la cama se colocaba sus zapatos.
La joven criada abrió la puerta y sonrió.
-¡Me alegra de que se encuentre bien, Rey Edmund!- exclamó.
-Adelante, Rina... no te quedes ahí parada.
-Es que solo venía a avisarle que el banquete esta mas que listo... el Rey Lune espera que baje cuanto antes.
-Ya estoy listo-dijó él levantandose de la cama y al segundo, pegó un gemido. El dolor renacía en su brazo cuando hacía un movimiento brusco.
Rina de inmediato se acercó a él y le dijo:
-Rey Edmund ¿Se encuentra usted bien?
-Solo son las cicatrices de haber luchado contra el mas vil príncipe que he visto en mi vida- respondió el rey forzando una sonrisa.- Después de todo, mañana debo subirme al caballo de la manera que sea para volver a Narnia.
-¿Mañana mismo se marchan?- preguntó la Rina, muy sorprendida.
-Mi hermano mayor, el gran Rey, dice que mañana debe ser... puesto que hemos estado semanas fuera de nuestros cargos en Narnia.
-Eso es bastante inesperado y apresurado, Rey Edmund.
-Yo también creo lo mismo... pero es él quien manda y ya rompí una de sus reglas, luchando contra el desgraciado Rabadash, así que será mejor no volver a hacerlo enfurecer.
Edmund volteó, pues sintió un ruido en la entrada a la habitación y se encuentra la figura de su amada Aralen, quien asomaba miraba al Rey con algo de sorpresa
-Oh... lo siento-dijo ella retrocediendo- No quise interrumpir, ni entrometerme.
-Aralen, espera...-dijo él cuando la joven ya había desaparecido.
-Creo que debería seguirla, quizá escuchó nuestra conversación-dijo Rina.
-¿Crees que ahora... sea el momento adecuado para hablar?
-Si no es ahora... ¿Cuando?
-Tienes toda la razón, gracias Rina por haber sido tan buena mujer y buena persona conmigo en todo lo que permanecí aquí en Anvard.
-Gracias a usted, Rey Edmund, por haber sacado a Archenland de todo peligro.
El joven Rey sonrió y se fue a toda prisa, o quizá no tanta debido a algunas heridas, tras su amada Aralen. Pero sin querer chocó contra Lari en el pasillo, quien iba a otra dirección.
-¡Rey Edmund, el Rey Lune necesita que bajé pronto!- exclamó Lari apenas notó que era él.
-Lari, ¿Donde se fue Aralen?
-Pues... subió las escaleras a toda prisa que ni siquiera alcance a hablarle- respondió la dama.
-Oh, muchas gracias- dijo el Rey en dirección hacia arriba. Ya suponía donde se había dirigido.
-Pero, Rey Edmund... El Rey Lune y su gente lo están esperando- replicó Lari.
-¡Informales que ya bajare, por favor!- gritó el Rey desapareciendo por las escaleras hacia arriba.
(Relata Edmund)
"Aralen se encontraba en el ultimo piso, como lo supuse.
Un lugar hermoso adornado con flores y plantas, donde no había techo y podías ver toda Archenland y su hermoso cielo.
Ella estaba dandome la espalda, pero apoyada de sus codos sobre el balcón mirando el rosado y anaranjado atardecer. Lucía tan bien como un retrato que no quería que se moviera un centímetro, solo que permaneciera ahí para seguir apreciando tanto al hermoso paisaje de Archenland como a ella.
-Aralen- llamé con nerviosismo al cabo de un rato.
Ella lentamente volteó a mirarme, se acerco unos cuantos pasos mirandome fijamente y sin decir una sola palabra... sus ojos brillaban, lucían cristalinos como la nieve.
-Hola-dije acercandome también y tratando de romper el tibio silencio.
-Hola-respondió ella con una vocecita.-Yo... yo quería agradecer lo que haz hecho por mí y por toda Archenland, Edmund.
-Solo hice lo que tú me pediste, Aralen... Me dijiste que evitara la guerra y... así fue concedido.
-Lamento tanto lo ocurrido acerca de la propuesta... ahora tengo todo mas claro y te pido disculpas.
-Yo también te pido disculpas, si te hice sentir mal valorada y utilizada.
En un abrir y cerrar de ojos, se aferró a mis brazos y sentí algo de dolor pero poco me importo, podía sentir su respiración y sus lagrimas sobre mi pecho. La rodee con mis brazos y acaricie su cabello.
-No quiero que te vayas- dijo entre lagrimas- Ya me acostumbre tanto a ti que no quiero que me dejes jamas, Edmund.
-Yo tampoco quiero irme, Aralen... pero debo acatar a las ordenes de mi hermano mayor, el gran rey.
-Entonces... ¿Volverás algún día?
-Cair Paravel solo esta a unas cuantas horas de Anvard... no es tan lejos lo que nos separa.
Ella se zafó de mis brazos, tomó mis cara con sus delicadas manos y me miró:
-Edmund, hiciste un acuerdo con Rabadash... ¿No lo entiendes?
Sonreí.
-No lo he olvidado para nada-respondí algo tímido.
Ella sonrió y sonrojó un poco.
-¿Aceptarías esta nueva, hermosa y eterna propuesta... que consta en... casarte conmigo y ser felices por siempre?
-Nunca creí que llegaría el día en que aceptaría una propuesta de matrimonio, pero hoy... hoy es el fin de esa maldición... ¡Claro que me casaría contigo, mi querido Edmund!
Una felicidad infinita se desató en mi interior como nunca antes en la vida.
Me costaba asumirlo, me casaría con la mas hermosa e inteligente mujer que jamas haya conocido.
Apenas si aceptó, yo la lleve contra mí y la besé. Sus labios se posaron en los míos y eran tan finos y suaves que me hubiera gustado estar así por unos cuantos minutos mas.
No se porqué me urgía decirle esto, pero detuve el beso tan repentinamente al pasar de unos segundos, que incluso Aralen me miró extrañada y dijo:
-¿Sucede algo?
-Es que... recordé cuando estaba tirado en el suelo de rodillas, antes de que Rabadash intentara cruzarme su cimitarra, miré hacia donde tú estabas y... vi a unas personas tras de ti y tu padre.
-¿Unas... personas? Pero solo estábamos nosotros y nadie mas.
-A tu lado pude ver al Gran León Aslan... y también dos bellas mujeres.
-¿Dos bellas mujeres?
-Una de ellas era idéntica a ti, Aralen... tenía el mismo cabello y los mismos ojos. La otra también tendía a parecerse pero no tanto, pues su cabello era totalmente oscuro y sus ojos también... ahora me preguntó ¿Quienes serían ellas?
-Edmund... creó que se quienes son.
-¿¡Como!?
-La mujer que era similar a mí era... mi madre, y la otra, era mi tía.
-Como... ¿Como puedes afirmarlo?
-Oí todo el rato la voz de mi madre en mi mente y describiste a las dos mujeres similar a mi madre y mi tía.
-Eso es... impresionante-dije casi sin aliento- En ese momento, sentí que de verdad Rabadash iba acabar conmigo, hasta que mire donde estabas tú... y vi a esas tres personas, y sentí como con solo mirarlos volvía la energía a mi cuerpo y me alejaba de todo pensamiento negativo. Si no hubiera sido por ellos, tal vez... ahora no estaríamos aquí conversando.
Aralen volvió a aferrarse a mí.
-Lo importante es que estas aquí, Edmund- dijo ella, al pensar que hubiera pasado si hubiese sucedido lo contrario.
Me aferré a ella también y así estuvimos siendo tan solo uno varios minutos.
-Creo que tu padre querrá matarme- dije reaccionando.
-¿Por qué?
-El banquete... hace un buen rato me esta esperando él y su gente.
Aralen me tomó de la mano.
-Vamos...
-Vamos-afirme con una sonrisa.
Y es así era como recién empezaba, nuestra nueva vida... juntos."
FIN.