"Los Pensamientos de La Reina Lucy"


La historia transcurre varios años después de que los hermanos Pevensie fueran nombrados Reyes de Narnia. Lucy es la menor de ellos, pero además... la mas acomplejada. La joven de dieciocho años se encuentra sumida en prejuicios, defectos, críticas que solo ella ve y siente que Cair Paravel la consumé mas y mas cada día. No pedía a ayuda, pero un viaje inesperado a las Islas Desiertas de Narnia cambiara su vida por completo y hasta su manera de ver las cosas, pues conocerá a una persona que podrá ayudarla a cambiar de opinión y hacerla quererse a sí misma.



Inspirado en el complejo que sufre la misma Lucy en el libro "La Travesía del Viajero del Alba" y que se entiende con gran claridad en la película, donde se veía que deseaba ser hermosa como su hermana Susan.

Nota: Antes de leerlo, debes saber que es una continuación de mi anterior fic "La Propuesta al Rey Edmund". Pero si no lo leíste, no te preocupes, ya que no influye mucho la historia anterior en esta, solo se ven breves pasajes y todo estará completamente explicado con detalles ante cualquier duda que aparezca.

Todos los capitulos de "La Propuesta al Rey Edmund" ¡Aquí!

Primero que nada, agradecer a las personas que siguieron capítulo a capítulo mi último fan fic que publique, tanto aquí como en Potterfics. Agradesco a las personas que agregaron la historia a sus favoritos y también a la gente que siempre comentaba. Y claro, si te quedaste atrás... te invito a leer mi fanfic, también te lo agradecere enormemente.

Cap. 14 "Al fin, el fin"

"Pero cuando la cimitarra de acercaba al cuerpo de la víctima, Edmund aun sosteniendo la espada en la mano, la arrastró primero por el suelo y luego en el aire, en dirección a Rabadash, cayendo el filo de esta sobre la pierna izquierda de Rabadash.
El príncipe gritó del enorme dolor, la espada caló profundo sobre la pierna de este.
Edmund se levantó otra vez, al combate... era obvio, dañar a alguien en la pierna es peor que dañar a alguien en el brazo.
Toda una estrategia... Rabadash comenzaba a retroceder cojeando mientras se zafaba de los ataques de Edmund.
Sinceramente, no se de donde sacó tanto fuerza, pude jurar que su fin se había acercado al verlo tirado en el suelo completamente débil.
¡La espada de Edmund le dio a la mano de Rabadash, provocando que su espada, única arma cayera lejos de él!

Rabadash cayó al suelo, sin arma para defenderse y con una herida enorme en la pierna.
-Ahora si... al fin el fin.- dijo Edmund, con una sonrisa que trataba de ser cruel pero era imposible en su noble rostro.
Edmund lo apuntó al cuello con su espada y Rabadash bajó la vista entre pequeños gemidos debido al dolor.

-Me rindo- dijo Rabadash entre dientes.
-¿Haz dicho algo?- preguntó Edmund.
-Me rindo.
-Mas fuerte... no te oigo.
-¡Me rindo!

Los gritos de alegría de la muchedumbre narniana y archenlandiana se hicieron escuchar de inmediato.

-Te rindes... ¿Y cual era tu promesa si te rendías o perdías?
-No volver a acercarme a Aralen... ni a Archenland.
-Promesas son promesas, Rabadash- dijo Edmund guardando su espada- Tu padre, el Tisroc estaría decepcionado si no las cumples, de eso no cabe duda.
Edmund le dio la orden a los calormenes para que fueran a retirar el débil cuerpo de Rabadash, pero apenas giró para ir con sus hermanos, este cayó al suelo desvaneciendose por completo debido a la perdida de sangre de su brazo.
Sus hermanos, y todos los demás, fueron a socorrerlo y llevarlo a Anvard."

(Termina de relatar Aralen)

Un par de horas después, Aralen se encontraba en su habitación sentada en su silla, frente al espejo peinando su cabello con delicadeza. Acababa de darse un buen baño de relajación.
Al rato siguiente, alguien toca la puerta.

-¿Quién es?- preguntó Aralen.
-Yo, tu padre- respondió desde atrás de la puerta.

Aralen se levantó de su asiento y ella misma abrió la puerta e invito a su padre a pasar a su habitación.
-¿Como se encuentra, hija mia?- preguntó el Rey.
-Casi como nueva luego de ese baño de espumas- respondió la doncella con una sonrisa radiante.
-¡Que bien me parece!- exclamó el Rey y luego agregó- Pues, nuestra nación esta preparando un gran banquete de agradecimiento a los Reyes de Narnia y sus tropas... en especial es dedicado al Rey Edmund, por su admirable valentía y valor.
-Que bien me parece, se merecen un buen reconocimiento de nuestra parte- dijo su hija y volteando a mirar la vista desde su balcón y con un tono algo melancólico, preguntó- Padre... ¿Cómo se encuentra el Rey Edmund?
-Oh, el Rey Edmund se encuentra bien- respondió el Rey, quien le causo un gran enternecimiento la pregunta de su hija- Su hermana menor, la reina Lucy, le dio de beber unas gotas de una especie de "agua re ponedora" desde un pequeño frasco y el Rey de inmediato despertó de su desvanecimiento que tuvo debido a la herida en su brazo.
-Y, ¿Que hay de la herida en su brazo?
-Nuestras criadas se encargaron de eso, Aralen. El Rey ahora se encuentra bastante bien, dandose un buen baño como se lo merece.
-Me alegra mucho saber que esta bien- dijo la doncella sonriendo.

Hubo un largo momento de silencio entre los dos.

-Aralen, hija, creo que le debo una explicación y una disculpa- dijo el Rey Lune, acercandose a su hija, quien aun permanecía mirando el paisaje de su nación.
-El Rey Edmund me explicó todo cuando íbamos huyendo de Archenland- dijo Aralen.
-El Rey Edmund no lo sabe todo.
-¿No?

Aralen voltio a mirar a su padre y lo miro fijamente a los ojos:
-Lo escucho, padre. Soy toda oídos.

El Rey Lune tomó asiento en la esquina de la cama de su hija, estaba cansado, le fue un día agotador. Los años ya le estaban pasando la cuenta.
-Solo unos días antes de que negaras la petición de Rabadash, fui a visitar la tumba de mi difunta esposa... fue un día, muy temprano en la mañana, aun permanecías dormida, Aralen. Le llevaba un inmenso ramo de flores para adornar su tumba, por como se lo merece por haber sido una buena mujer, esposa y madre en vida. Fui sin compañía de nadie, solo quería permanecer un momento solemne junto a ella... pero una vez que llegué allá, me llevé una inesperada sorpresa y algo de susto. Una mujer de cabello largo de un color profundo como el vino y traía puesto un vestido muy largo que le cubría hasta los pies y tan negro como azabache miraba fijamente la tumba de mi esposa.
La mujer volteó y clavó su mirada extraña en la mía. Sus ojos hacían juego con su vestido.
"¿Quién es usted?"- me apresuré en preguntar. Ella se acercó a mí con lentitud y yo sudaba del miedo. "Tranquilo, Rey Lune, no le haré daño en absoluto"- dijo la mujer calmandome. Por su apariencia pensé que era alguien malvado, pero al hablarme sentí la credibilidad absoluta en sus palabras. "¿Qué es lo que quiere de mí?"- pregunté, la curiosidad me invadía. "Rey Lune una guerra se desatará prontamente, un país cercano amenazara con acabar Archenland"- dijo la mujer con bastante seguridad. "¿Una... una guerra?"-balbucee- Lo veo imposible, Archenland es un país pacifico". Dude de sus palabras y ella, como leyendo mis pensamientos dijo: "No estoy mintiendo, Rey Lune... Es mas, le estoy ayudando bastante con esta información". No dije nada, solo esperé a que continuara y así lo hizo: "Lamento sincerarme tanto, pero, Rey Lune, usted ya esta bastante viejo y los años lo están consumiendo completamente... no le queda mucho tiempo de vida. Se que usted mismo se siente muy cansado y acabado". Sus palabras calaron hondo en mi corazón. "Y hasta usted mismo presiente eso en su interior... por eso busca un esposo urgente para su hija, alguien que tomé su cargo y a la vez, proteja y ame a Aralen cuando usted dejé de estar presente para ella." La mujer, tenía bastante razón, ella estaba diciendo toda la verdad... "Una vez que este país caiga en guerra, es completamente obvio que usted, Rey Lune, pedirá ayuda a Narnia, aliado indiscutible desde tiempos remotos de Archenland y sus reyes, noblemente, aceptaran. Narnia es gobernado por cuatro hermanos, dos de ellos Reyes y dos de ellas Reinas, como usted bien sabe. Lo siguiente que le diré, oigalo con mucha atención: Aralen debe ser casada con uno de ellos dos, y usted, sabrá de inmediato cual de los dos es el idóneo para su infinitamente querida hija." Me sorprendí y dije: "¿Cómo es que mi hija debe ser casada a la fuerza con uno de los Reyes de Narnia? Tanto ella, como yo, no lo permitiríamos." La mujer me respondió: "Rey Lune, serán almas gemelas... pero es usted quien debe juntarlos en medio de todo el alboroto de los preparativos para la guerra en el que estarán sumidos". Eso explicaba un poco, pero era bastante complicado: "Estar preparado para una guerra, y ademas juntar a mi hija con uno de los Reyes de Narnia ¡Qué difícil!". Ella finalizó con un: "Difícil, pero no imposible... espero haberlo ayudado, debo marcharme". La mujer avanzó tan rápido en medio del bosque que una vez que la seguí no quedaban huellas de ella.
Aralen, si ahora te das cuenta, hice todo lo que me pidió esa mujer y es así, como se cumplió y tenía toda la razón.

La joven. estaba completamente sorprendida e impactada por lo que su padre le acababa de contar. Ahora si, todo tenía mas sentido. ¡Mucho sentido!
-Pero... Al final de cuentas, ¿Supo quien era esa mujer?
-Sí, si lo supe.
-¿Y bien?
El rey dio un largo respiro antes de contestar:
-Revisando y revisando retratos de mi amada esposa para recordarla, llegué a un retrato idéntico al de aquella mujer del bosque... Su nombre es Dena... y era la hermana de mi esposa, quien había fallecido antes de que tu madre aceptara ser mi esposa.
-Quieres decir que... ¿Se trataba de mi difunta tía?
-No se explicarlo como... pero sí, estoy mas que seguro que se trataba de ella.
Aralen, con el corazón latiendo a toda velocidad y casi sin poder hablar, solo atinó a correr a los brazos de su padre y abrazarlo con todas fuerzas. Sus lagrimas fueron inevitables.

-

Horas después.

Rina tocaba la habitación donde se encontraba Edmund.
-Adelante- dijo él, quien sentado en la cama se colocaba sus zapatos.
La joven criada abrió la puerta y sonrió.
-¡Me alegra de que se encuentre bien, Rey Edmund!- exclamó.
-Adelante, Rina... no te quedes ahí parada.
-Es que solo venía a avisarle que el banquete esta mas que listo... el Rey Lune espera que baje cuanto antes.
-Ya estoy listo-dijó él levantandose de la cama y al segundo, pegó un gemido. El dolor renacía en su brazo cuando hacía un movimiento brusco.
Rina de inmediato se acercó a él y le dijo:
-Rey Edmund ¿Se encuentra usted bien?
-Solo son las cicatrices de haber luchado contra el mas vil príncipe que he visto en mi vida- respondió el rey forzando una sonrisa.- Después de todo, mañana debo subirme al caballo de la manera que sea para volver a Narnia.
-¿Mañana mismo se marchan?- preguntó la Rina, muy sorprendida.
-Mi hermano mayor, el gran Rey, dice que mañana debe ser... puesto que hemos estado semanas fuera de nuestros cargos en Narnia.
-Eso es bastante inesperado y apresurado, Rey Edmund.
-Yo también creo lo mismo... pero es él quien manda y ya rompí una de sus reglas, luchando contra el desgraciado Rabadash, así que será mejor no volver a hacerlo enfurecer.

Edmund volteó, pues sintió un ruido en la entrada a la habitación y se encuentra la figura de su amada Aralen, quien asomaba miraba al Rey con algo de sorpresa
-Oh... lo siento-dijo ella retrocediendo- No quise interrumpir, ni entrometerme.
-Aralen, espera...-dijo él cuando la joven ya había desaparecido.
-Creo que debería seguirla, quizá escuchó nuestra conversación-dijo Rina.
-¿Crees que ahora... sea el momento adecuado para hablar?
-Si no es ahora... ¿Cuando?
-Tienes toda la razón, gracias Rina por haber sido tan buena mujer y buena persona conmigo en todo lo que permanecí aquí en Anvard.
-Gracias a usted, Rey Edmund, por haber sacado a Archenland de todo peligro.
El joven Rey sonrió y se fue a toda prisa, o quizá no tanta debido a algunas heridas, tras su amada Aralen. Pero sin querer chocó contra Lari en el pasillo, quien iba a otra dirección.
-¡Rey Edmund, el Rey Lune necesita que bajé pronto!- exclamó Lari apenas notó que era él.
-Lari, ¿Donde se fue Aralen?
-Pues... subió las escaleras a toda prisa que ni siquiera alcance a hablarle- respondió la dama.
-Oh, muchas gracias- dijo el Rey en dirección hacia arriba. Ya suponía donde se había dirigido.
-Pero, Rey Edmund... El Rey Lune y su gente lo están esperando- replicó Lari.
-¡Informales que ya bajare, por favor!- gritó el Rey desapareciendo por las escaleras hacia arriba.

(Relata Edmund)

"Aralen se encontraba en el ultimo piso, como lo supuse.
Un lugar hermoso adornado con flores y plantas, donde no había techo y podías ver toda Archenland y su hermoso cielo.
Ella estaba dandome la espalda, pero apoyada de sus codos sobre el balcón mirando el rosado y anaranjado atardecer. Lucía tan bien como un retrato que no quería que se moviera un centímetro, solo que permaneciera ahí para seguir apreciando tanto al hermoso paisaje de Archenland como a ella.
-Aralen- llamé con nerviosismo al cabo de un rato.
Ella lentamente volteó a mirarme, se acerco unos cuantos pasos mirandome fijamente y sin decir una sola palabra... sus ojos brillaban, lucían cristalinos como la nieve.
-Hola-dije acercandome también y tratando de romper el tibio silencio.
-Hola-respondió ella con una vocecita.-Yo... yo quería agradecer lo que haz hecho por mí y por toda Archenland, Edmund.
-Solo hice lo que tú me pediste, Aralen... Me dijiste que evitara la guerra y... así fue concedido.
-Lamento tanto lo ocurrido acerca de la propuesta... ahora tengo todo mas claro y te pido disculpas.
-Yo también te pido disculpas, si te hice sentir mal valorada y utilizada.
En un abrir y cerrar de ojos, se aferró a mis brazos y sentí algo de dolor pero poco me importo, podía sentir su respiración y sus lagrimas sobre mi pecho. La rodee con mis brazos y acaricie su cabello.
-No quiero que te vayas- dijo entre lagrimas- Ya me acostumbre tanto a ti que no quiero que me dejes jamas, Edmund.
-Yo tampoco quiero irme, Aralen... pero debo acatar a las ordenes de mi hermano mayor, el gran rey.
-Entonces... ¿Volverás algún día?
-Cair Paravel solo esta a unas cuantas horas de Anvard... no es tan lejos lo que nos separa.
Ella se zafó de mis brazos, tomó mis cara con sus delicadas manos y me miró:
-Edmund, hiciste un acuerdo con Rabadash... ¿No lo entiendes?
Sonreí.
-No lo he olvidado para nada-respondí algo tímido.
Ella sonrió y sonrojó un poco.
-¿Aceptarías esta nueva, hermosa y eterna propuesta... que consta en... casarte conmigo y ser felices por siempre?
-Nunca creí que llegaría el día en que aceptaría una propuesta de matrimonio, pero hoy... hoy es el fin de esa maldición... ¡Claro que me casaría contigo, mi querido Edmund!
Una felicidad infinita se desató en mi interior como nunca antes en la vida.
Me costaba asumirlo, me casaría con la mas hermosa e inteligente mujer que jamas haya conocido.
Apenas si aceptó, yo la lleve contra mí y la besé. Sus labios se posaron en los míos y eran tan finos y suaves que me hubiera gustado estar así por unos cuantos minutos mas.
No se porqué me urgía decirle esto, pero detuve el beso tan repentinamente al pasar de unos segundos, que incluso Aralen me miró extrañada y dijo:
-¿Sucede algo?
-Es que... recordé cuando estaba tirado en el suelo de rodillas, antes de que Rabadash intentara cruzarme su cimitarra, miré hacia donde tú estabas y... vi a unas personas tras de ti y tu padre.
-¿Unas... personas? Pero solo estábamos nosotros y nadie mas.
-A tu lado pude ver al Gran León Aslan... y también dos bellas mujeres.
-¿Dos bellas mujeres?
-Una de ellas era idéntica a ti, Aralen... tenía el mismo cabello y los mismos ojos. La otra también tendía a parecerse pero no tanto, pues su cabello era totalmente oscuro y sus ojos también... ahora me preguntó ¿Quienes serían ellas?
-Edmund... creó que se quienes son.
-¿¡Como!?
-La mujer que era similar a mí era... mi madre, y la otra, era mi tía.
-Como... ¿Como puedes afirmarlo?
-Oí todo el rato la voz de mi madre en mi mente y describiste a las dos mujeres similar a mi madre y mi tía.
-Eso es... impresionante-dije casi sin aliento- En ese momento, sentí que de verdad Rabadash iba acabar conmigo, hasta que mire donde estabas tú... y vi a esas tres personas, y sentí como con solo mirarlos volvía la energía a mi cuerpo y me alejaba de todo pensamiento negativo. Si no hubiera sido por ellos, tal vez... ahora no estaríamos aquí conversando.
Aralen volvió a aferrarse a mí.
-Lo importante es que estas aquí, Edmund- dijo ella, al pensar que hubiera pasado si hubiese sucedido lo contrario.
Me aferré a ella también y así estuvimos siendo tan solo uno varios minutos.

-Creo que tu padre querrá matarme- dije reaccionando.
-¿Por qué?
-El banquete... hace un buen rato me esta esperando él y su gente.

Aralen me tomó de la mano.

-Vamos...
-Vamos-afirme con una sonrisa.

Y es así era como recién empezaba, nuestra nueva vida... juntos."


FIN.

Cap. 13 "Edmund contra Rabadash".

(Sigue relatando Aralen.)

"Las espadas comenzaron a chocar apenas empezó la pelea, eran tan ágiles y rápidos a la vez. Las espadas de ambos chillaban mas fuertes con el pasar de los segundos.

Me tomé del brazo de mi padre y él me miró sorprendido.
-Padre, he oído la voz de mi madre- le susurré al oído.
-¿Qué es lo que haz dicho?- preguntó en voz baja.
-Mi madre me ha estado hablando hace bastante rato.
-¿Cómo estas tan segura?
-Es una intuición, lo presiento... se que es ella.
-¿Qué es lo que te dice?
-Ahora me acaba de prometer que todo estaría bien.
-Pero, hija, no dudo lo que te ha pasado, pero... ni siquiera debes recordar la voz de tu madre.
-Tan solo escuchandola pude reconocerla, padre.
-Bueno, tal vez... tengas razón. Ella era descendiente de una estrella y... conocía todas esas técnicas de magia.
-Ella esta presente aquí, padre... lo sé.
Volvimos nuestras miradas hacia el combate.
Rabadash comenzó a atacar con mas fuerza, lo que hizo que Edmund fuera retrocediendo un poco y esquivando las lanzadas que este le proporcionaba, pero repentinamente, Edmund logra quitar unos segundos la espada de Rabadash de encima y le produce un corte en su brazo izquierdo. Buen comienzo.
Al notar todos esto, vi la expresión de alivio de nuestra tripulación.

-Esto recién comienza- dijo Rabadash.

Rabadash volvió a atacar con mas fuerza que nunca, volviendo a hacer que Edmund retrocediera unos pasos. En un abrir y cerrar de ojos, le dio tres tajadas en el brazo a Edmund, haciendo que este diera un gemido silencioso.
Vi como Lucy se acurrucó en los brazos de su hermana, con bastante miedo.
¿Qué estaba sucediendo con Edmund? La vez que luchó contra su hermano Peter, demostró ser un heroé, pero ahora Rabadash le estaba dando una paliza. Quizá tendría una estrategia bajó la manga.

Con mi otra mano, apreté mi collar que mi madre me obsequió. "Madre, sé que estas ahí... por favor, no permitas que Edmund se rinda"
De inmediato recibí una respuesta: "Solo confía en él."

Edmund volvió a atacar una vez mas, haciendo que esta vez fuera su adversario quien retrocediera y resultara herido con las puntadas que Edmund le daba con la espada.
Con cautela y rapidez, Rabadash quitó su casco, que parecía dificultarle la visión, pude notar su expresión de disgusto al estar quedandose atrás. Edmund hizo lo mismo.
Comenzaron a pasar los minutos e iban al mismo nivel de ataque y heridas. Pero se detuvieron una vez que Edmund se ganó un gran corte en el brazo, casi llegando al hombro. Su ropa, especialmente la manga, comenzó a empaparse de sangre.

-¿Descanso?- preguntó Rabadash.
Edmund asintió molesto.

Ambos se acercaron a sus tropas, vi como a Edmund le daban agua para beber y curaban su brazo herido con bandas improvisadas.
-¿Estas seguro de que puedes continuar?- preguntó Susan.
-Claro que sí- respondió Edmund.
-Confío en ti- le dijo Peter con una sonrisa forzada.

Ambos rivales volvieron al combate.

-Ahora es cuando esto realmente comienza- dijo mi padre.
-¿Qué haremos sí Edmund...?
-Edmund te ama.
-Que me ame no asegura que podrá ganar o perder esta batalla.
-Si asegura bastante, Aralen.
Mire incrédula a mi padre.

Volvieron a sonar las espadas con fuerza, ambos tenían algo en común, estaban heridos. Pero al parecer el brazo de Edmund seguía sangrando sin parar.
Comencé a analizar todo desde un principio, si hubiera aceptado la petición de matrimonio de Rabadash, sería Reina de Calormen y él, de Archenland... pero ¿Él me amaría de verdad? ¿Me hubiera tratado como una digna esposa y Reina? Si él me hubiera amado de verdad, hubiera seguido insistiendome por medio de poesías y cartas, y no declarando la guerra de inmediata entre nuestras naciones. A él solo le interesa apoderarse de Archenland de una buena vez. Nunca hubiera sido capaz de aceptar su propuesta de matrimonio, nunca me hubiera casado con Rabadash, hijo del malvado del Tisroc ¡Jamás!
Pero con Edmund, con él... después de todo lo hermoso que me dijo cuando íbamos huyendo de Archenland, sería capaz de casarme con él mañana mismo... No mañana, ¡ahora mismo! Y ahora, esta arriesgando su vida, para que ese desgraciado de Rabadash me dejara en paz, para que no me hiciera su esposa a la fuerza, ni tomarse el poder de Archenland. Estaba enamorada de él... mas que nunca. Y yo soy una verdadera tonta, una estúpida que no creyó en él.

El brazo de Edmund continuaba sangrando, pude notar el dolor que sentía con tan solo ver su cara, y ademas su cara, con algunas leves heridas por la cimitarra de Rabadash. Este ultimo le ganó ventaja a Edmund, supo como herirlo.
Él cayó al suelo y apreté mi brazo al de mi padre, quien también hizo lo mismo.
Todos abrieron sus ojos hasta ya casi salir, en cambio a mí, se me iba a escapar el corazón por la boca.

-Rindete, Rey de Narnia- dijo Rabadash apuntandolo con su arma.
-¿Por qué debería de hacerlo?- preguntó Edmund apretando su herida en el brazo.
-Estas mas que herido.
-Esa no es un excusa suficiente.
-¿No? Si no te rindes ahora, después seré mas fuerte y hasta podría cortarte el brazo.
-Descanso-pidió Edmund.
-Esta bien... pero la tercera es la vencida- dijo Rabadash con una cruel sonrisa.

Edmund se levantó, a duras penas y se dirigió hasta su tropa, donde sus hermanos lo esperaban con mas vendas y agua. Se encontraba pálido, unas leves manchas de sangre habían en su cara y el sudor empapaba su cabello. Su cuerpo apenas si se movía.

-Tu brazo esta peor que antes- dijo Susan bastante preocupada.
-Solo vendalo y estará mejor- aseguró Edmund con una sonrisa forzada.
-Edmund, hermano... luces terrible- dijo Peter igual de preocupado.
-Lo venceré, lo prometí- dijo Edmund tratando de tranquilizar a su hermano.
-¿Con que fuerzas?

Mis ojos empezaban a humedecerse, me fue inevitable zafarme del brazo de mi padre e ir corriendo donde ellos.

-¡Aralen, no!- gritó mi padre tras de mí.

Abracé a Edmund con delicadeza debido a su herida, y lloré, como una niña sobre su hombro sin importarme el resto del mundo.
-Todo esto es mi culpa, por favor... perdoname.
Sentí como de a poco, la débil mano de Edmund subía por mi espalda hasta llegar a mi cabello, para acariciarlo.

-Por favor, si no puedes seguir, no lo hagas... no hagas todo esto por mí-dije susurrando a su oído.
-Estoy bien, Aralen.
-No lo estas, solo rindete, ese tipo hasta es capaz de matarte... Yo me casaré con Rabadash y trataré de zafarme como sea, no todo esta de nuestra contra...
-Pero yo no permitiré que Rabadash te toque un pelo porque... yo te quiero para mí, Aralen.
Sequé mis lagrimas y sin que casi nadie se diese cuenta, le entregué mi collar a Edmund.

-¡Aralen, que estas haciendo!- chilló Rabadash desde otro extremo del lugar.

Le guiñe un ojo a Edmund y me dirigí al príncipe:
-Rabadash, solo me despedía del Rey Edmund por haber sido una buena persona conmigo estos días, pues... ¡esta totalmente claro, tú vencerás al Rey Edmund! ¡Tú serás mi futuro esposo!

Una vez mas cayó en la trampa, él me respondió con una sonrisa y yo volví donde mi padre.
-Aralen, no tuviste que haber hecho eso- me reprochó mi padre al oído.
-Tenía que hacerlo, Padre.

La pelea comenzaba otra vez...

Rabadash lucía como nuevo, como si recién empezara la pelea y Edmund... como apunto de levantar una bandera blanca. Pero en el fondo no se sentía así, yo lo sabía.

-Ultima oportunidad, Rey Edmund- dijo Rabadash desvainando su cimitarra con una cruel sonrisa- ¿Desea continuar en esas condiciones o... quizá, hasta morir?
Edmund sonrió, para darle de su propia medicina a Rabadash y dijo:
-Claro que seguiré.
-Yo preferiría volver a mi ciudad sin una mujer que sin un brazo...
Edmund rió.
-Eso es lo que tú prefieres, yo no, no soy un cobarde.

Edmund desvaino su espada por tercera vez y apuntó a Rabadash.

-¿Listo?
-Completamente.

Nuevamente comenzaron a chocar las espadas, noté de inmediato como mi collar se movía dentro de la ropa de Edmund.
Pero este volvía a retroceder y mi corazón volvía a detenerse.
Las tropas narnianas y archenlandianas lanzaban gritos de aliento a Edmund, para que siguiera aguantando y acabara con Rabadash de una vez. Creo que eso lo lleno de fortaleza y empezó a atacar mas fuerte a pesar de su brazo roto.
Pero cuando Rabadash se vio acorralado por esto, fue cuando le dio con la cimitarra a las vendas de Edmund en el brazo herido.
Edmund gimió con fuerzas debido al horrible dolor que debía sentir.
Rabadash volvió a acorralar a Edmund, tomó nuevamente ventaja, retrocedio y lo botó. El malvado príncipe se detuvo para sonreír y saborear con ganas la escena y apuntó a Edmund con la cimitarra. Mientras este ultimo, miraba con pánico y su venda se soltaba cada vez mas dejando ver su herida.

"¡Edmund! ¡Edmund!"- gritaban sus hermanas presas de miedo y pánico.

-Al fin el fin- dijo Rabadash entre dientes.
Edmund me miró... su mirada estaba ida.
Era el fin... era el fin de todo.

Cap. 12 "Antes de comenzar"

Los narnianos y los Ancherlandianos fueron liberados de las manos de sus enemigos una vez que su jefe, el príncipe Rabadash dio la orden de hacerlo.
La tripulación de los calormenos se reunió en sus respectivos campamentos, que era unos metros mas alejado de Anvard para oír la información que tenía Rabadash para ellos.

-Me enfrentaré con el Rey Edmund de Narnia en un combate de espadachín- informaba Rabadash- Quien gane, se queda con el corazón de la princesa y con Archenland.
-¿No cree que es mas facil irse de guerra contra ellos, tomar a la princesa rapidamente y fin de la historia? En vez de hacer un enfrentamiento de espadas, opino yo...-dijo uno de los tarkaanes que eran mas cercanos a Rabadash.
-¿Es qué acaso dudas de mi desempeño y sabiduría con la cimitarra?- preguntó el príncipe con molestia.
-¡Oh, no, para nada! Solo digo que sería mas fácil y ahorrador de tiempo acabarlos en una guerra, nosotros somos mas que ellos...
-Si Aralen quiere un hombre fuerte como esposo, tendré que demostrarle mi mas sincero amor acabando con el Rey de Narnia.
-¿Esta seguro que eso sería lo que le gustaría al Tisroc (que viva para siempre)?
-Sí continuas con tu actitud negativa a quien terminare acabando será a ti y a tu habladora lengua.
El tarkaan bajó la vista y guardo silencio de inmediato. El resto de los takaanes comenzó a preparar a su príncipe, ajustar sus armaduras, afilar su cimitarra, crear estrategias, etc.
"Es solo un niño, le ganare con facilidad y le demostrare quien manda"-pensó Rabadash mientras se colocaba su casco.

Mientras tanto, en el lado bueno, había histeria colectiva.
-¡Edmund, como te atreves a hacer algo así sin mi consentimiento!- exclamaba su hermano mayor en completa furia caminando en círculos y llevando sus manos a la cabeza una y otra vez-¡Yo, Rey Peter, máxima autoridad de Narnia, no te lo permitiré!

Los cuatro hermanos y el Rey Lune se encontraban en la biblioteca de Anvard, a puertas completamente cerradas, discutiendo cual sería el plan para acabar con Rabadash y sus tropas. Ninguno de los hermanos se veía muy convencido por el actuar que tomó Edmund.

-Peter, soy mejor que tú en combate de espadachín- dijo Edmund- ¿Acaso no recuerdas quien ganó la ultima vez que nos enfrentamos?
-Pero esta vez no te enfrentas conmigo, te enfrentas con Rabadash ¡Quién es capaz hasta de matarte!
-Lo venceré, Peter, y esta guerra se podrá dar por finalizada.
-¿¡Y qué pasa si no es así!?
-¡Deja de ser un tipo amargado y negativo, no todo lo que tú haces es perfecto!
-Esta guerra la pudimos haber ganado pero...
-¡Oh, pero claro!- exclamó Edmund con ironía interrumpiendo a su hermano.
-¡Ya basta, no sigan peleando!- intervino Susan entre los dos, quienes ya parecían que sacarían sus espadas y lucharían ahí mismo.
-Rey Edmund... ¿Esta seguro de enfrentarse contra Rabadash?- preguntó timidamente el Rey Lune.
-¡Claro que sí!-exclamó el rey con cierto entusiasmo desvainando su espada.
-Yo debería enfrentarme a él- replicó Peter.
-Y ¿Por qué?- preguntaron todos a la vez.
-Porque en primer lugar, es el Rey Lune quien debería hacerlo, pues la guerra es contra su nación, pero debido a su edad, es obvio que no esta en condiciones, por lo quien pasaría a tener el control, soy yo, como máxima autoridad de Narnia.
-Ya basta, Peter... Yo soy quien ama a la hija del Rey Lune, yo soy quien me debo enfrentar a ese hipócrita que desea hacerla su esposa a la fuerza.

El Rey Peter se quedó congelado y sin saber que responder a tal excusa de su hermano. Edmund, quizá tenía algo de razón... pero a Peter, como hermano mayor, le preocupaba tanto lo que a su pequeño hermano le llegase a pasar.
El enorme silencio que había en la biblioteca fue acabado por un entrada repentina, sin tocar la puerta, de un fauno de la tripulación narniana.

-¡Disculpen mi falta de respeto, grandes reyes!- se disculpó el fauno- ¡Pero los calormenes ya están acá! y esperan... que el Rey Edmund aparezca por sobre todo.

Peter y Edmund se miraron a la vez varios segundos como queriendose lamentar ambos de algún error cometido. El mayor se abalanzó sobre su hermano y lo abrazó con todas su fuerzas, Edmund hizo lo mismo.
-Me cuesta aceptar que ya tienes una edad razonable- decía Peter al oído de su hermano- Pero es que mientras yo viva nunca dejaré que a ti y a nuestras hermanas les pase algo malo.
-Te entiendo, Peter- dijo Edmund- Pero ¿Sabes que puedo prometer yo, hoy día? Que acabaré con esta guerra acabando con Rabadash.
Ambas hermanas también se unieron al gran abrazo y le desearon la mejor de las suertes a su hermano.

Mientras tanto, en otro lugar de Anvard.

Aralen y Lari se encontraban en la habitación de la doncella, quien curaba las heridas que había conseguido al ser capturada por los calormenes.

-Lari ¿Te encuentras bien? ¿No te hicieron nada malo?- preguntó la princesa.
-Oh, solo mis rodillas me duelen un poco ¡pero no es gran cosa! solo me tropecé y caí con otra criada cuando nos llevaban atadas de las muñecas a todas juntas.
-¿A donde pensaban llevarlas?
-No lo sé, solo querían sacarnos de Anvard... ¡Fueron muy agresivos esos calormenos!
-Infelices ellos e infeliz Rabadash.
-Ah... Aralen... con respecto a lo que el Rey Edmund hará por usted y por toda Archenland...
-¡Oh, por favor, Lari! ¡No me digas nada! ¡Se perfectamente que soy una estúpida!

Alguien toca la puerta y la abre un poco, era el Rey Lune.
-El combate esta por comenzar, damas-dijo él, asomandose con timidez.
Aralen se levanto de la cama y se adelantó al Rey.
-Padre... yo...
-Después podemos hablar, Aralen.
-Pero...
-No estoy molesto, ni nada de eso, hija mia.
El rey sonrió y ella le devolvió la misma sonrisa. Tanto la criada, como la doncella siguieron al Rey en silencio hasta llegar a la salida de Archenland, donde se asomaban a un lado cientos de Calormenes y al otro costado, nobles soldados.

Relata Aralen:

"Cuando vi a Edmund con su armadura puesta y su espada en mano, y con una mirada bastante seria, en una esquina de lo que sería el lugar de combate contra Rabadash, el miedo y la tristeza invadió todo mi cuerpo dejando mi piel como la de una gallina desplumada. Rabadash también traía su armadura puesta, pero también una vil sonrisa casi asegurando que el vencedor sería él. Mi corazón dejó de latir cuando este me lanzó una mirada, el pánico me consumía y ya iba corriendo donde Edmund a decirle que escapáramos lejos, como sea y donde sea, huir de este horrible lugar impregnado por el aroma a guerra.

"No temas, Aralen"- oí decir tras de mí, pero gire y solo estaba Lari.
-¿Tú dijiste eso?- pregunté.
-¿Decir que, doncella?
-Pues, eso...
-He permanecido en silencio desde que salimos de la habitación, doncella, ¡Los nervios me carcomen!

Efectivamente, no era Lari. Era una voz femenina y no era la voz de Lari, era otra, era esa voz fantasma que ya había escuchado en dos oportunidades. O ¿Estaré yo enloqueciendo con todo esto?
Volví mi mirada hacia la escena y volví a sentirme una culpable de tan solo ver los rostros de miedo de Susan y Lucy, el mas concentrado y serio era Peter, quien controlaba su postura de Gran Rey.
Los tres parecían darles varios consejos a Edmund antes de iniciar todo y tantos los narnianos como los archelandianos alentaban, con alegría y entusiasmo a Edmund. Él, todo un noble Rey, les devolvía la palabra con una sonrisa de oreja a oreja.

-Acerquemonos, hija- dijo mi padre, quien aun permanecía a mi lado.
-Esta bien... padre- acepte.

Nos acercamos lentamente hasta el lugar donde ocurrirían los hechos.
-¡Rey Lune y la bella doncella!- exclamó Rabadash al ver nuestros rostros asomandose entre la multitud.-Ustedes, como grandes autoridades de Archenland, deberían permanecer frente al lugar de combate, teniendo una visión privilegiada y fuera de dudas.

"Maldito, maldito, maldito"- me decía una y otra vez.

Hicimos caso, antes de que él y sus tropas nos hicieran algo, unas criadas nos llevaron unos asientos pero nos negamos, pues no estábamos frente a algo bueno que presenciar.
Mire a Edmund, y su mirada ya estaba sobre mí. Es como si me estuviera hablando y diciendo nada a la vez en sus ojos.
Tragué amarga saliva.

"Todo estará bien, te lo prometo"- esa voz otra vez.

-¿Listo?- preguntó Rabadash, colocando su casco.
-Listo- afirmó Edmund, con una sonrisa desafiadora.

La voz... la voz venía de mi madre."

Cap. 11 "Una nueva propuesta"

Relata Edmund:

"Todos corrían de un lado a otro, tomando sus armas y colocandose en sus posiciones. Me sentía algo ahogado corriendo por los pasillos y las escaleras de Anvard, o quizá solo me dejo sin aliento lo ultimo que me dijo el Rey Lune. En medio de gritos de histeria y golpes que oía por todos lados, llegué a la habitación de Aralen.
Toqué su puerta sin parar y con mucha fuerza, sabía que era la única manera en que abriera esa cosa.
Así fue, ella abrió la puerta y dejó un pequeño espacio dejando ver su cara de panico.

-Ya ha empezado- dijo casi tiritando y olvidando, al parecer, su molestia hacia mi persona.
Podía ver la angustia y el terror que recorría su piel, ella me quería abrazar pero lo evito apretando sus dedos en la puerta.
-Aralen, se que me odias- dije tratando de buscando su lado positivo- Pero debo sacarte de Anvard, eso me pidió el Rey Lune y mis hermanos.
-¿Como escaparemos de aquí?- preguntó la joven aterrorizada- Desde mi balcón pude ver como los horribles calormenes atacaban a los nobles guerreros de Narnia y Archenland, ¡Encontraron a todas nuestras tropas desprevenidas! ¡Rabadash vendrá por mí en cualquier momento!
-¡Le prometí a su padre que nada le pasaría a mi lado, por favor, tomé mi mano y escapemos!
Ella estaba a punto de echarse a llorar del miedo que sentía, pero rápidamente tomé su mano y la jale con algo de fuerza contra mi cuerpo.
-No me suelte, por favor- le pedí.
Corrimos por los pasillos, hacía abajo, buscando la salida por la parte trasera del castillo, tratando de pasar desapercibidos. Los calormenes ya habían entrado a Anvard amenazando con sus enormes armas, temí en un segundo por las vidas de mis hermanos.
"Peter no dejaría que algo malo les pasara a mis hermanas"- me convencí.

Logramos zafarnos de los calormenes corriendo a toda velocidad.
Una vez que salimos, tomamos el ultimo caballo que estaba amarrado en un arbol.
Subí yo primero, y luego, la ayude a subir a ella. Ella amarró sus brazos a mi cintura y me fue inevitable no recordar por unos segundos aquella vez que fuimos a visitar la tumba de su madre.
Eché riendas al caballo, y este avanzo a toda marcha. Estaba casi seguro que algún enemigo nos había visto.

-Edmund, yo no traigo un arma... y tú tampoco-dijo la doncella en mi oído.

Las cosas habían pasado tan rápido que olvide por completo mi espada, que debido a esto me sentí menos seguro y le di mas riendas al caballo."


-

-Aralen- le decía el Rey mientras iba esquivando todos los arboles de nuestro camino.- Se que no tendré otro momento para conversar con usted, así que lo haré ahora...
-Ahora solo es momento de huir de aquí...
-En un principio la propuesta del Rey Lune también me pareció extraña y hasta algo atrevida- continuó hablando Edmund ignorando por completo las palabras de la joven- Pero al pasar de lo minutos, note que no se trataba de interés por conseguir tierras o negociaciones de ese tipo, si no se trataba de otro interés: el interés por cuidarla usted y dejarla como reina antes de que él muera.
Aralen escuchaba con atención mientras fijaba su vista perdida en las patas del caballo.
-No se que se le habrá metido en la cabeza al Rey Lune de que ya estaba viejo- prosiguió Edmund- O solo estaba preocupado porque usted negaba todas las propuestas de los príncipes que pedían su mano... Creame que él sabe mas que nadie en el mundo que usted cree en el amor verdadero, por lo tanto, él decidió iniciar la búsqueda de un hombre bueno e idóneo para usted. Él sabe que usted nunca aceptara ser la dulce esposa de un charlatán.
Las palabras de Edmund comenzaban a tener sentido en la cabeza de Aralen.
-No quiero que lo siguiente que yo le diga vaya a sonar algo posesivo de mi parte, pero... El rey Lune cree que yo soy ese hombre bueno e idóneo para usted. Según él, siempre le llegaron comentarios positivos acerca de mi persona y... eso lo llevo a hacerme la propuesta.
"Tal vez yo exagere todo, tal vez yo no escuche lo suficiente tras la puerta esa noche... ¡Me paso por espiar!"- rebotaban los pensamientos de la joven.
-Creame que yo no se nada acerca de conquistar una dama, nunca intente hacer eso con usted... con usted solo... fui yo mismo.

Apenas la joven dio un suspiro para poder decir una palabra, los soldados calormenes los habían rodeado. No tenían escapatoria.
-Aquí esta lo que nuestro príncipe anda buscando- dijo uno de ellos, bajando de su caballo.

Les hicieron bajar del caballo amenazados entre espadas y flechas, les quitaron el caballo, y los ataron de manos, con el Rey fueron un poco mas agresivo que con la doncella. Ella entre codazos y zamarreos trataba de zafarse de ellos, pero era totalmente imposible.

-¡Ustedes, Caballeros, sois unos irrespetuosos!- exclamó Aralen, demostrando autoridad- ¡Se están dirigiendo a la segunda mayor autoridad de este país, Archenland! ¡Os exijo respeto o les irá muy mal!
-Lo siento, doncella- dijo el jefe de la manada con una vil sonrisa y sosteniendo los brazos de la dama- Pero nosotros solo podemos acatar ordenes de nuestro Rey, el Tisroc (Que viva para siempre).
-¡Pero estáis en mi país y aquí debéis acatar mis ordenes!- exclamó la doncella, roja de furia.
El tipo comenzó a reír silenciosamente.
-Este país ya no pertenecera a usted, doncella.-dijo el tipo-Esto ahora pasara a ser propiedad de Rash y el Tisroc (que viva para siempre).
La doncella iba a seguir insistiendo, hasta que mira el rostro tranquilo de Edmund y este le hace un gesto de que guardara silencio, parecía tener algo en mente. Ella obedeció y guardo silencio.
Una gran cantidad de soldados calormenes armados llevaban al Rey y la doncella de vuelta a Anvard caminando. Las muñecas de Aralen comenzaban a dañarse con el fuerte nudo que le hizo uno de los soldados y sus tobillos iban rotos con el raspar de sus zapatos en la tierra.
En un momento, Edmund tropezo y cayó al suelo, no sintió muy fuerte el dolor debido a su armadura, pero el soldado que lo tenía lo levanto violentamente y le susurró al oído "Llamé al león-fantasma para que venga a salvarlo".
Edmund solo le respondió con una mirada de odio infinito.
Una vez que llegaron, el ambiente en Anvard y en sus afueras era horrible.
Los calormenes luchaban contra a los narnianos y los Archenlandianos, gente herida había por todas partes, el horrible sonido de espadas chocando llegaba a ser ensordecedor y los gritos de histeria calaban profundo. Las criadas eran obligadas a salir una por una de Anvard amenazadas por una flecha, Peter y Lune fueron divisados entre la multitud luchando con cualquier calormene que se les viniera encima, Susan no se veía cerca y Lucy, mientras ayudaba a una criatura narniana, fue alcanzada por un enemigo.
-¡Lucy!- gritó Edmund tratando de zafarse de los calormenes.
La desesperación de Edmund al ver a su hermana secuestrada por los calormenes provocó un fuerte dolor en el pecho de Aralen.
"¡Soy una estúpida! ¡Se supone que soy la heredera al trono de máxima autoridad, no debería permitir que esto le pasara a mi nación, ni tampoco a la nación hermana de Narnia!"- pensó la doncella, llena de impotencia.

-¡Detengase!

La orden de la doncella se hizo escuchar en cada rincón de Archenland.
Todos dejaron de hacer lo que estaban haciendo, tanto la gente de Aralen como los enemigos y dirigieron la mirada hacia la doncella, totalmente sorprendidos y en silencio. Incluso Edmund.
El rostro de Rabadash se asomó en medio de la multitud, y junto con sus tarkanes protegiendolo de cualquier eventual ataque, caminó lentamente con su cimitarra en la mano y con una cruel sonrisa hacia la muchacha.
La joven lo miraba con seguridad... pero en el fondo sabía que en estos momentos él era quien tenía el control.

-¿Donde habías escapado, querida Aralen?

En ese momento, el Rey Lune perdió el control y trató de acercarse a su hija pero un calormeno apoyo su su cimitarra sobre el cuello del Rey. "No se mueva si quiere evitar una desgracia ahora mismo"- le susurró el calormeno al oído.

-¡Pero que sucia y rota esta su ropa, doncella!- exclamó el príncipe de Calormen- Prometo que apenas nos casemos, tendrá nueva ropa y de la mas fina de todo Calormen, usted será la mejor vestida.

A la joven no le salían las palabras, quería gritar e incluso escupir en su cara, pero había algo que la ataba a hacerlo. Sentía que había una voz dentro de ella, que le decía una y otra vez "tranquila, todo estará bien". Era esa misma voz que escucho mientras dormía junto a su criada en la habitación.

-Ahora entreguenmela, ahora será mi acompañante hasta la muerte- dijo Rabadash.
-¡Detente!- intervino Edmund.

Ahora todas las miradas recayeron en el Rey de Narnia, y la sonrisa cretina del príncipe se desvaneció al ver que alguien lo interrumpía. Levantó su cimitarra y lo apunto directamente al cuello. Aralen dejó caer un gemido silencioso.
-¿Tienes algo que decir?- preguntó Rabadash, pero luego bajo un poco su arma algo sorprendido al ver su rostro con claridad y agregó- Oh, pero si es uno de los reyes de Narnia ¡Rey Edmund, el justo! Siento mucha pena que nos conozcamos en estas circunstancias, pero... así es la vida ¿No?

Edmund no respondió nada, solo lo miraba con firmeza y se repetía una y otra vez en la cabeza "Aslan, por favor brindame tus fuerzas y tu seguridad sea donde sea que estés".

-¿Y qué es lo que lo obliga a detenerme, máxima autoridad de Narnia?- continuó el príncipe.
-La mujer con la que quiere contraer matrimonio- respondió Edmund.
"¿¡Qué estas haciendo, Edmund!?"- pensó Aralen y a la vez, sus hermanos.
-¿Qué es lo que sucede con la doncella de Archenland?-preguntó el príncipe muy intrigado.
-Yo también quiero contraer matrimonio con ella- respondió Edmund.
Los ojos del príncipe se abrieron tanto que ya parecía que escaparían de su ubicación.
-Prosigue...
-La hija del Rey Lune estaba confundida ¡Muy confundida! entre usted y yo, ya que las propuestas de matrimonio de ambos las recibió al mismo tiempo... Por eso es que ella negó su petición, no por crueldad, sino porque en su cabeza y en su corazón no sabía a quien escoger- mintió ingeniosamente el Rey.
-Jamás quise llegar a esta situación, Rabadash- siguió el juego la doncella- Jamás quise llegar a una guerra debido a mis confusos sentimientos hacia su persona.
El príncipe bajó su arma totalmente y se acercó a Aralen, creyendo cada palabra de lo que ambos decían.
-¿Es eso cierto, Aralen?- preguntó Rabadash.
-¡Oh, muy, muy cierto!- respondió Aralen, reflejando tristeza en su facciones.
A Edmund le alegró que Aralen haya entendido lo que él quería lograr: confundir al príncipe y ablandar un poco sus sentimientos con la imagen triste de la doncella.
-Sueltenla, la están lastimando mas que a su corazón- dijo Rabadash a sus tarkanes.
Hicieron caso y la princesa se llevó las manos a la cara, pareciendo que en cualquier momento iba estallar en llanto.
-¡Oh, Aralen! ¡Yo siempre supe que usted sentía algo de amor, aunque fuese mínimo hacia mi persona!- dijo el príncipe.
La princesa no respondió nada, solo continuó su actuación.
-Entonces, si la dama esta confundida y no puede elegirme a mí, es debido a su existencia- dijo el príncipe apuntando al Rey.-Tendré que deshacerme de usted, Rey Edmund.
-Eso no es digno de un respetado tarkan- dijo la doncella al ver que el asunto se complicaba un poco.
-¿Qué cree usted que es digno?- preguntó el príncipe.
La joven no sabía que responder, hasta que Edmund responde antes de cualquier cosa que ella dijese:

-Una batalla de espadachín entre usted y yo, para ver quien es mas fuerte y así ver quien es el hombre adecuado para cuidar de la doncella.

Era una propuesta convincente, pero no tanto para Rabadash quien inclinó la cabeza hacia un lado.

-Yo he sabido que usted es uno de los mejores espadachines de toda Calormen- agregó Edmund para convencerlo- No veo en que tenga que temer.
-Eso es bastante cierto- dijo Rabadash.
-Entonces ¡enfrentemonos!, hagamos un duelo de espadachín entre los dos, quien gane, también gana el corazón de la princesa, y quien pierda, debe volver a su tierra sin volver hasta acá nunca mas en su vida.
-¿Qué sucede si alguien sale muerto de aquí?
-Todo sea por el corazón de la doncella.
-Esta bien... ¡Que así sea!

Cap. 10 "Campanas de Guerra"

La verdad era que Edmund y otra criada de Anvard, Dina, se habían amistado desde antes que Aralen los viera juntos el día de ayer.
Dina varias veces le convido al caballo de Edmund agua y alimentos, e incluso a veces la merienda matutina se la traía Lari hasta donde estuviese el rey de Narnia.
Dina era solo una muchacha de quince o dieciséis años, hija de una de las criadas mas veteranas de Anvard. Al ver ayer, al Rey Edmund sin ninguna expresión en su rostro, con la mirada casi perdida en su espada, ella se le acerco y le preguntó:
-¿Puedo ayudarle en algo, Su Majestad?

"Edmund estaba tan hundido en sus pensamientos y en su tristeza, que segundos después notó que la noble joven estaba a su lado y le hablaba:
-Perdón, joven Dina, no fue mi intención ignorarla- se excuso el Rey con una esforzada sonrisa- Pero es que yo... yo solo...
-¿Se siente usted bien?
-Pues, claro que si.
-A mí no me parece que sea así, para serle sincera, usted luce muy deprimido.

"¿Es que tanto se aprecia la pena que siento en mi interior?"- se preguntó el Rey.

-Es muy difícil de explicar, joven Dina, pésimamente difícil de explicar.
-Al menos deme una pequeña pista, para quizá poder ayudarlo... Digame, ¿Es acerca de la guerra que se avecina?
-No, no lo es...
-Entonces, ¿Es algo acerca de su país Narnia?
-No.
-¿Sus hermanos?
-No, para nada.
-Pues, entonces... ¿Acerca de la doncella Aralen?

Los ojos café del Rey casi se escapan de su posición al oír ese nombre.

-No- mintió el Rey.
-Su cara casi de distorsiono al oír el nombre de la doncella, Rey Edmund.-dijo la criada inclinando su cabeza hacia un lado.
-Bueno... si, lo admito. Es acerca de ella.- enrojeció Edmund.
-Pero... ¿Por qué ella lo tendría triste, si es ella quien alegra su rostro cada día?
-También es muy difícil de explicar, Dina.
-¿Es que acaso no existirá algo simple de explicar?
-Algo simple de explicar es enseñarle a montar un caballo a alguien- sonrió levemente el Rey.
-¡Eso no es simple!-exclamó Dina- Me refiero a... montar un caballo.
-¿Es que acaso usted no sabe montar un caballo?
-¡Oh, por favor, no lo diga en voz alta!- sonrojó Dina-Es un secreto...
A Edmund le fue inevitable no sonreír de oreja a oreja y terminar carcajeando, y la criada se contagio de igual manera. Fue en ese momento que la Aralen se asomo en su balcón. Era extraño que una persona en Archenland, independiente de que fuera hombre o mujer, no supiera montar un caballo.
-¿Es que acaso usted me esta jugando una broma?-preguntó Edmund entre risas.
-Es una cruda verdad- respondió Dina.
-No se preocupe, prometo enseñarle a montar un caballo en cuanto usted y yo podamos-dijo Edmund, aliviando su risa.
-La verdad le conte este vergonzoso secreto solo para sacarle una sonrisa en su rostro... y creo que lo logré a la perfección.
Edmund sonrió dulcemente y le dijo:
-Es usted una buena persona, Dina. Pero... ¡Igual le enseñare a montar un caballo!
La chica volvio a reir.
-Esta bien, eso espero."

Aralen esperaba la merienda mientras arreglaba su cabello, pero su criada ni siquiera asomaba su nariz a la puerta.

"Siento que voy a morir de hambre si Lari no entra con algo de comida en los próximos segundos"- pensó la joven, mientras su estomago rugía sin parar. No comía nada desde la merienda de anoche.

La joven se estaba desesperando y caminaba de un lado a otro. Tomó las llaves, abrió un par de centímetros la puerta y asomo su cabeza mirando lado a lado los pasillos. No se veía, ni se sentía nadie rondar cerca de su habitación.

"¿Donde se habrán metido todos?".

Volvió a cerrar la puerta y se asomó por el balcón, se veía poca gente merodeando de un lado a otro acarreando sus caballos. ¿Es que ya venían llegando los calormenes?. La joven comenzó a asustarse, pero su vientre seguía rugiendo con mas fuerzas que decidió a salir de esta para ir a la cocina por algo de comida.
Bajó las escaleras con cautela, se escondía cuando veía pasar a alguien ya que la saludarían, bloquearían su paso y podría aparecer su padre, con quien no deseaba cruzar ni tan solo una palabra.
Por suerte paso desapercibida hasta llegar a la cocina, esta también estaba vacía, ninguna criada permanecía ahí haciendo sus labores.
Tomó manzanas, platanos y varias frutas mas guardandolas en los faldones de su vestido.

-Aralen...

La chica estaba tan concentrada en sacar frutas tan rápidamente, que al oír esa voz, tras de ella, le fue inevitable no dar un salto del susto dejando caer toda su comida. Las manzanas rodaban por todo el lugar, llegando incluso, a los pies de la persona que estaba frente a él.
Edmund se inclino a recoger las manzanas que habían chocado contra sus pies, las tomó delicadamente y accedió a entregarselas a la joven.
Ella estaba atónita, solo atino a quedarse perpleja mirandolo unos cuantos segundos. Traía puesta la vestimenta de guerrero: su malla debajo de ese manto rojo con el dibujo de un león medio a medio, unas placas de fina plata cubrían sus hombros y unas duras botas de cuero sus pies. Definitivamente la guerra ya se veía venir.
Aralen, cogió las frutas que el joven le ofrecía, de una manera bastante brusca. Murmuró un débil "Gracias" en sus labios, y se marcho de la cocina con apuro, dejando el resto de frutas esparcidas por el suelo.
Edmund la siguió por los pasillos, tratando de detenerla, ella no obedecía hasta que en un momento se detuvo y giró y lo miró a los ojos.

-Le dije que entre usted y yo ya no existe comunicación, ¿Qué acaso eso no puede entrar en su cabeza?
-Por favor, Aralen, no me evite mas ¿Sí? Tanto usted, como yo, desea que le explique realmente lo sucedido.

Pues, en el fondo, Aralen sabía que el Rey tenía razón, pero ella no se iba a dejar vencer fácilmente.

-Busquese otra mujer que lo ame y crea en sus mentiras, Rey Edmund.- dijo Aralen con una sonrisa bastante amarga -Su futuro no es conmigo.
-Yo creo que a pesar de todo ese rencor acumulado que tiene en su corazón hacia mi persona, usted me sigue amando de igual intensidad.

La chica estaba enrojeciendo solo de ira, odiaba que el hombre que estaba frente a ella tuviera tanta razón.
-¿Por qué no le promete amor verdadero a la criada con la que tanto habla?-estalló Aralen.

Edmund palideció y a pesar del incomodo momento en el que estaba sumido, le fue inevitable no sonreír levemente y agregar:
-¿Esta usted celosa, Aralen?

Ella solo se quedo sin palabra, le lanzo una mirada de desprecio infinito y continuó con su camino hacia su habitación. Él la seguía, por supuesto.

-Es a usted a quien amo, no a mi amiga Rina- decía el rey mientras seguía casi pisando los talones de su amada- Oh, por favor ¿Qué puedo hacer para demostrarle que yo realmente la amo?

Aralen se detuvo otra vez, pero sin mirarlo le dijo:
-Detener la guerra que veo que se avecina.
-¿No cree que es algo que no esta en mis manos?
-Por eso.
Continuó su paso acelerado y se encerró en su habitación.

-

La guerra ya comenzaría en unos cuantos minutos o unas cuantas horas. Aun no estaba claro.
Mucha gente de Archenland que merodeaba en los límites, vio que una turba inmensa se venía acercando lentamente desde el desierto. Rápidamente volvieron a Anvard a alertar sobre este hecho y de inmediato, tanto el Rey Lune y el Rey Peter y sus hermanos, dieron la orden de dar marcha a las estrategias de ataque que planearon desde el primer día en que llegaron.
Las empleadas de toda Anvard, estarían escondidas en una habitación subterranea del castillo, toda armadas por su puesto. Los que estarían a las puertas del castillo, serían los reyes de Narnia y los guerreros mas fuertes los acompañarían. Dentro del castillo, escondidos en los pasillos, también habría otro resto y el Rey Lune se escondería en el ultimo piso de Anvard.

-Ya sabemos todas las posiciones de cada uno- decía Peter- Pero, falta alguien mas importante... La doncella Aralen.
El rey Lune y el rey Edmund se miraron sin saber que responder.
-¿Ella ya se siente mejor, cierto?- preguntó Lucy.
-Oh... oh, creo que... sí-balbuceó el anciano Rey.
-¿Cree... que sí?-preguntó Susan confundida.
-No ha salido de su habitación hace bastante-replico Lucy.
-Estoy segura que se siente mejor-aclaró Peter- Pues, yo la vi ayer asomada en su balcón y se veía bien.
-Pero... ¿Donde la esconderemos?- preguntó Edmund, nervioso.
-Buena pregunta- dijo Susan- Ella es el plato principal de los calormenes.
-Creo que ningún espacio aquí es seguro para la doncella- dijo Peter.
-¿Qué propones?- preguntó Lucy, muy curiosa.
-Que se aleje lo mas lejos posible de Anvard.
-Los calormenes estarán en todas partes ¡No solo en los alrededores de Anvard!
-Entonces... la sacaremos de Archenland.
El rey dudo un poco, pero luego accedió.
-Esta bien, pero... no puede escapar sola.
-Yo no podría acompañarla puesto que yo manejo el equipo de tiro al blanco.-dijo Susan.
-Yo tampoco, puesto que yo soy quien ayuda a la gente herida-dijo Lucy.
-Ni yo menos, si soy yo quien dirige las tropas- dijo Peter.
Los tres hermanos miraron a Edmund.
-Yo tampoco puedo ya que yo...
-No te preocupes, hermano menor, yo puedo hacer las cosas por ti-dijo Peter colocando su mano sobre el hombro de su hermano- Se que cuidarías muy bien a la joven doncella y la defenderías a muerte.
-Pero... es que... yo-balbuceó Edmund nervioso.
-Sí, hermano- dijo Susan con una sonrisa- Tú eres el indicado.
Edmund miró al Rey Lune y este solo asintió con la cabeza.
-Esta bien- acepto Edmund entre dientes.

Un enorme estallido se escucho en las puertas de Anvard.

-¡Por la melena del León, llegaron antes de lo esperado!-exclamó Lucy.
-¡Todos a sus posiciones, ya!- gritó Peter abriendo la puerta de la biblioteca donde se encontraban charlando.
Todos lo siguieron, y mientras corrían por los pasillos, Lune se dirgio a Edmund.
-Cuida de mi hija, por favor, como si fuera lo único que quedara en tu vida.

Cap. 9 "Torpe doncella"

Dos días después...
Aralen se encerró en su habitación, negandose a conversar con su padre y con el resto del mundo, excepto Lari, a quien consideraba su única amiga y en quien podía confiar. Y también era quien la lavaba y quien le llevaba la comida a su habitación.
El resto de los narnianos y la gente de Archenland notaba a simple vista la ausencia de la bella doncella por los pasillos y los alrededores de Anvard, y cuando estos le preguntaban que sucedía con ella al Rey Lune, este solo era capaz de responderle de que la joven estaba algo enferma y era mejor dejarla descansar y recuperarse en su habitación.

Lari tocaba la puerta.

-¿Quien es?- pregunto la doncella, quien permanecía recostada sobre su cama leyendo un libro.
-Aralen querida, soy yo, Lari- respondió la criada desde el otro lado de la puerta.

Aralen se levantó de la cama, tomó las llaves de su escritorio y abrió la puerta, quien la dejaba bloqueada para que nadie entrase.
La criada entró cargando en sus manos un par de bandejas con la merienda de Aralen.

-¡Cuanta comida para una sola persona, Lari!- exclamó la dama- Creo que tendrás que quedarte a probar bocados conmigo.
-Su padre, el Rey Lune, me exigió que le diese mucha comida y de su favorita- explicó Lari- Como usted no ha dejado la habitación y no tiene mucho movimiento físico, supuso que un poco mas de comida la mantendría con energías.
-¿Con energías? Mas bien me dejara como una gorda vaca. ¿Cuando mi padre, dejara de pensar estupideces?
La princesa se sentó sobre su cama y comenzó a comer, aunque lo disimulaba, estaba casi muerta del hambre.
-Mi querida doncella, no quiero ofenderla ¡Para nada!- comenzó a hablar la criada mientras juntaba sus manos mirando hacia abajo, como una esclava calormene- Pero debo hacerle saber que el gran Rey Lune se ha visto muy entristecido y afectado por la situación que sucedió con usted. Esa sonrisa tranquila que tanto lo caracterizaba cambio a una mas seca y seria. Él solo desea que usted le abra la puerta de la habitación y acceda a conversar con él, ya que muere por hacerle entender como sucedieron realmente las cosas.
-Se perfectamente como sucedieron las cosas- dijo Aralen muy severamente- Los escuche a ambos, conversando en la biblioteca... hablando de mí como si yo fuera una especie de trofeo.
-¿Que tanto escucho de esa conversación, querida Aralen?
-Lo suficiente como para entender que estaba sucediendo.
-¿No cree que es un mal momento para mantener una brecha con su padre ya que se aproxima una gran guerra debido a usted?
-Lari, si me sigues hablando de esa manera, me veré en la obligación de pedirte que te retires de la habitación.
-Oh, mi querida doncella, no es que quiera ser insolente ¡Yo solo quiero ayudarla! ¡Yo la estimo demasiado!

La bella doncella comenzó a sollozar, y la criada de inmediato estrecho sus brazos sobre los de ella y la abrazó con todas sus fuerzas.
-¡Oh, Lari, Lari!- exclamaba la doncella mientras un río de lagrimas escapaban de sus ojos.
-Tranquila, doncella- decía la criada una y otra vez- Yo estoy aquí para ayudarla y aconsejarla en lo que mas pueda.
Una vez que Aralen ya había calmado un poco sus atormentadas emociones, bebió un poco de agua y se secó las lagrimas con un pañuelo que le entrego su amiga.
-Estoy tan triste, querida amiga ¡Tan triste! No puedo creer que mi querido padre y... Edmund, de quien me enamore perdidamente me hayan hecho algo así... ¡Cuan desdichada soy, Lari!

La criada se sentó sobre la fina cama de la doncella, y esta acomodo su cabeza sobre las piernas de su amiga. Aralen cerraba sus doloridos ojos mientras Lari acariciaba sus dorados cabellos. De un momento a otro, entro en sueño.

"Lo mejor que puedes hacer es conversar y no poner barreras, pequeña mía" - oía que una dulce voz femenina le repetía eso una y otra vez en medio de la pequeña siesta que tuvo sobre las piernas y casi almohadas de Lari.
Una vez que despertó, se dio cuenta que el sol ya comenzaba a esconderse y también que Lari había caído profundamente dormida sobre las cómodas y suaves almohadas de la cama de Aralen.
"Pobre"- pensaba Aralen- "Debe estar tan exhausta corriendo de un lado a otro con este asunto de la guerra".

Aralen se levantó lentamente de los muslos de su amiga y comenzó a preguntarse quien le hablaba mientras ella dormía, pues ya era imposible que fuera su amiga, pues dormía casi a ronquidos.

-Lari, despierta- dijo la doncella mientras apretaba suavemente la mano de su amiga- Nos hemos quedado dormidas sin quererlo.
La pobre criada después de varios llamados vino a reaccionar a que estaba sucediendo y donde estaba, se levanto rápidamente de la cama y acomodo su largo vestido.

-¡Cuanto tiempo ha pasado, quizá el Rey Lune me reproche!- exclamo Lari mientras arreglaba su cabello que estaba algo desordenado.
-Solo di que estabas conmigo y ni siquiera tratara de responderte algo- dijo la doncella.
-Con su permiso, doncella- dijo Lari escapando a toda velocidad por la puerta. Al segundo siguiente, Aralen la cerró con llave.

La doncella cepillaba su cabello, que también se había desordenado y mientras se miraba al espejo de preguntaba de quien era la voz aquella, que le hablaba mientras ella dormía placenteramente junto a su criada. ¿Es que acaso alguien había entrado a la habitación mientras dormía? Pero, ¿Quien pudo haber sido? ¿Susan? No, esa voz la había escuchado alguna vez, hace mucho tiempo pero no podía reconocer de quien era.

Aralen dejó de mortificarse con tantas preguntas que rotaban en su cabeza y se asomó en su balcón para respirar aire fresco.
Miro hacía abajo, y seguía todo como de costumbre, los narnianos y los guerrilleros de Archenland preparaban sus armas y practicaban con sus espadas y flechas.
Algunas personas se dieron cuenta de su presencia y alzaban sus manos en modo de saludo, ella respondió de igual manera, muy cortésmente.

De repente, ve a Edmund. Estaba algo lejos de ahí pero lo reconoció de inmediato.
No estaba solo, estaba en compañía de un delgada mujer de su mismo tamaño, se trataba de una criada mas de Anvard cuyo nombre es Dina.
Estaban conversando y de repente se largaban a reír.
Esta escena desato la ira y los celos de Aralen, quien de inmediato volvió a incorporarse en su habitación y a maldecir la existencia de Edmund.

Y siguiendo con el tema de los 'soundtrack'...

¿Han visto la película Eragon? A mi no me cautivo mucho, pero si la considere una película buena. Lo que realmente me cautivó fue su soundtrack con su canción principal: Keep holding on por Avril Lavigne.
Personalmente, me declaro fan de Avril (mas de su versión antigua que la actual) y cuando oí esta canción, me gustó demasiado y la encontré muy bella... Y pensandolo bien, me hubiera gustado que haya sido parte del soundtrack de Narnia si no hubiera estado Eragon.
¿No la haz escuchado? Te dejó el enlace y me dices si coincides o no en lo que yo opino.


Saludos, Tania.


Un pequeño alto para las publicacios de la historia.

Sí, un pequeño alto para comentarles algo.
Supongo que ustedes, como fieles admiradores de Narnia (ya sea por libros o por la película) conocen la canción 'There's a place for us'.

Pues sí la conocías... ¡exacto! Es interpretada por la grandiosa voz de Carrie Underwood y es parte del soundtrack de la tercera parte de esta saga.

Bueno, a lo que quiero llegar con todo esto, es que el otro día y no se como, llegué al video clip de esta misma canción, pero no interpretada por Carrie, si no por otra chica que desconozco en absoluto. Su nombre es Victoria S, en el video clip da la impresión por su vestuario que compra la ropa en el mismo local que la bruja blanca, pero... ignoren eso. Victoria S tiene una gran voz y la canción le queda bastante bien, asi que Carrie ¡Ten cuidado!
Les paso el videoclip por si no lo han visto, me gustaría saber que opinan ustedes.

Saludos, Tania.



Cap. 8 "Confusiones"

Aralen cepillaba su cabello con la mirada perdida en el espejo.
Sus ojos estaban muy hinchados de haber llorado toda la noche... se sentía pésimamente mal por lo que había escuchado en la biblioteca en la conversación entre Edmund y su padre.

"¿Como mi noble padre, el gran Rey Lune, pudo haberme hecho algo así?-pensaba Aralen- Él sabía perfectamente que yo odiaba ese tipo de cosas... llamar a hombres para pedirme la mano ¡Él como yo, creía en el amor verdadero! Le dije mil veces que mi príncipe azul llegaría de un día a otro y no por petición de reyes. Pero ahora veo que no es así para nada, mi propio padre me ha mentido- dejó su cepillo a un lado y comenzó a dar vueltas en su habitación sin saber que hacer- Y en cuanto a Edmund... ¡Edmund! ¡Estaba completamente enamorada de él! Pero el me enamoro y todo lo que me dijo o hizo, solo fue para cumplir con la propuesta de mi padre... Creí en cada una de sus palabras y cada uno de sus sentimientos, pero... él me mintió por completo. Todo acerca de él era una mentira. Lo detesto... pero lo amo".

Quería llorar otra vez, pero sus lagrimas se consumieron todas durante la noche. Vistió ropa limpia, se hizo un peinado y lavo su cara, para disimular su hinchases. Al salir de su habitación, salió con cautela, y las personas con quienes se topaba en el camino las saludaba con una enorme sonrisa para disimular su infinita tristeza.
Al salir de Anvard, paso desapercibida entre todos los guerrilleros, pero cuando se dirigió a la parte trasera de Anvard a tomar un caballo, una fuerte mano la tomó del brazo y la detuvo.

-Aralen, ¿Donde crees que vas?

Al darse cuenta que se trataba de su padre, le fue inevitable no zafarse de él con brusquedad y como nunca antes en su vida, le respondió:

-¡A un lugar muy lejos de aquí, donde no tenga que ver su mentiroso rostro!- exclamo ella.

El padre, con una mirada de sorpresa y horror, ya que su hija nunca antes en su vida se había dirigido ante él de esa manera, balbuceo:

-Aralen... que... ¿Que te sucede, hiija?
-¡No me hable, padre! ¡Yo ya no confío mas en usted!
-¿Pero que es lo tan terrible que yo le he hecho, Aralen? ¡Jamás sería capaz de hacerle algo tan vil y cruel! ¿Es que le ha llegado una mentira acerca de mí! ¡Respondame, hija mía, por que me habla de esa manera!

La joven, volvió a contener sus lagrimas para demostrarse fuerte y poderosa ante la situación.

-Usted hizo un negocio con el Rey Edmund, padre. Usted le hizo una propuesta para que yo fuera su mujer... ¡No puedo creer que mi propio padre me haya hecho algo así! ¡Si mi madre estuviera aquí, no se lo perdonaría jamas!

El padre se quedo atónito, sin saber que responder, pues era una verdad, pero... no era de la manera cruel en que ella lo decía.

-¿Que le ofreció a cambio? ¿Tierras en Narnia? ¡De seguro usted le prometio varias propiedades en Anvard para que el accediera a su propuesta! ¡Que seres mas crueles, son ustedes, los hombres!
-Hija, creo que no estas entendiendo... dejame explicarte realmente como han sucedido las cosas y veras como toda tu perspectiva del problema cambiara.
-Desde hoy dejó de confiar en usted, padre- dijo la joven montando rápidamente el caballo- No creeré ni una palabra de lo que salga por su boca. ¡Como desearía que mi madre estuviera aquí!
-Aralen, por favor, baja de ese caballo y dejame explicarte como han sucedido las cosas... ¡Tú no has entendido!
-Lo he entendido todo perfecto y claro.

La joven le dio marcha a su caballo a toda velocidad y se perdió entre los arboles del bosque.
Pero Edmund, ignorando toda la situación desde el otro costado de Anvard, vio como la chica iba en su caballo y se animo a seguirla en el de él.
Era hoy su gran día, pues la joven debía darle una respuesta que le había prometido el día anterior.
Le dio riendas a su caballo a toda velocidad, Edmund estaba feliz... sentía en lo profundo de su corazón que la joven sentía lo mismo que él.
"Quiero hacerla feliz, quiero complacerla en todo, quiero amarla el resto de mi vida, quiero entregarle mi vida..."- iba pensando Edmund mientras dejaba ver una soñadora sonrisa en su rostro y ojos que brillaban-"Le regalaría toda Narnia si me fuese permitido... La amo".

De repente, se encontró en el mismo lugar que ayer. Aralen estaba unos pasos mas adelante de él, dandole la espalda y mirando en dirección a Narnia. Su hermoso pelo bailaba gracias a la brisa del viento.

-Aralen- la llamó Edmund.

Ella sentía como el corazón se le caía a pedazos al oír esa voz. Esa voz que la hizo ilusionarse tanto estos últimos días.
Aralen, lentamente, con una mirada frívola y distante, comenzó a voltearse para encontrarse con el rostro feliz de Edmund.

Traía una hermosa rosa azul en sus manos que le fue inevitable no centrar su atención esta. ¡Que hermosa flor! Edmund la cortó para ella y porque sentía que combinaba perfectamente con sus ojos. Aralen levanto su vista y encontró con los hermosos ojos cafés de Edmund.
Al notar este, que el rostro de su amada, no era de suma felicidad como en los días anteriores, se extraño mucho:

-Aralen, ¿Sucede algo malo?
-Edmund... no se como fue capaz de hacerme algo así.
-¿Hacerle que?
-Enamorarme...
Edmund enrojecio y bajó su mirada.
-Enamorarme por conveniencia propia.
-¿Como?- dijo Edmund de inmediato devolviendo su mirada hacia ella.
-¿Por que no me cuenta con detalle la propuesta que le hizo mi padre... o prefiere que lo haga yo?
Edmund se quedo perplejo, sin aire para poder responder algo. Se preguntaba como Aralen se había enterado de esa confusa propuesta.
-Aralen... yo... yo solo- balbuceo Edmund.
-¿Que fue lo que te ofreció mi padre para aceptar tan cruel propuesta?
-Aralen, tu padre no me ofreció nada.... él solo quería... confiar a su hija con alguien si es que él, ni Aslan lo permitiera, muriera en cualquier momento... ¡Él no te quería dejar sola!
-¿Y acaso tú te sentías capacitado para serlo?
Edmund, casi sin darse cuenta ella, se acerco a la joven y la tomó suavemente de ambas manos.
-Aralen, yo estoy enamorado de ti...
-No sigas mintiendo, por favor.
-Todo lo que le he dicho ha sido cierto ¡Muy cierto! Con o sin propuesta de su padre, yo me habría enamorado de usted de igual manera.
En los ojos de Edmund había sinceridad, pero ella puso una barrera contra él y su padre a no creerles nada. Quitó las manos de Edmund sobre ella y le dijo:
-Le exijo que no me dirija la palabra nunca mas. Yo y usted no tenemos comunicación absoluta desde hoy en adelante.
Aralen quitó la cadena del cuello de Edmund que le había prestado y la guardo en uno de sus bolsillos. Él sintió que haberle quitado eso, fue como haberle quitado el corazón de un solo golpe.
Ella montó su caballo y se marcho, mientras que él se quedo ahí, con la mirada perdida hacia Narnia. Se dejó caer sobre el suave césped y lanzó la hermosa rosa hacía un costado. Le fue inevitable no derramar un par de lagrimas. Sentía como perdía a su primer amor. La primera persona que había logrado tocar su corazón.

Cap. 7 "Un corazón roto al final del día"

Edmund le daba filo a su espada, que le obsequió su hermano hace unos meses, sentado sobre un pedazo de tronco. Junto a una de las carpas de sus tropas y una apagada fogata.
Aun lo tenía muy preocupado lo que había sucedido ayer.
Pensó toda la noche en su Aralen, en lo hermosa que sería una vida junto a ella y en lo hermoso que sería que ambos fueran reyes. Pero, luego pensaba en que sí lo que la propuesta del Rey Lune había influido en todo eso... Pero, ¿Que pasaría si Aralen supiera eso? De seguro, se molestaría con lo dama y noble que es ella.

-Buenos días, hermano- saludó Susan al ver a Edmund. Buscaba unas cuantas flechas en los bolsos.
-Buenos días, querida Susan-dijo el rey, con una gran sonrisa al verla.
-Te veo muy pensativo...
-Solo estaba muy concentrado en afilar la espada...
-Si tienes un problema puedes confiar en mí, hermano.

El joven sintió que su hermana llegó en el momento adecuado. Necesitaba un consejo con urgencia en estos momentos.

-Tengo algo que confesar algo, Susan- dijo Edmund, dejando a un lado su espada- Se que tú, hermana, me puedes ayudar.
-Oh, cuenta conmigo, hermano- dijo la joven, tomando asiento a un lado de él.
Antes de liberar las palabras de su boca, tomó un gran respiro y luego dijo:

-Creo que estoy enamorado.

La chica, en un comienzo, pensó que él le estaba jugando una broma como solía hacerlo en los viejos tiempos. Pero al notar el brillo de los ojos y la sinceridad en su expresión, comprendió que era cierto. Esta sonrió levemente y le dijo:

-¿Y de quien estas enamorado... es de Aralen?
-¿Como lo sabes?
-Lo puedo notar en la forma que la miras y le hablas.

Al joven le fue inevitable no sonrojarse, lo que a su hermana le provocó una coqueta sonrisa.
-Pero, ¿Cual es el problema de eso?
-No lo sé, es la primera vez que me sucede algo así...
-Siempre hay una primera vez, y para tu suerte, estoy casi segura de que ella gusta de ti también.
-¿Realmente piensas eso, Su?
-Soy mujer y puedo meterme dentro de su cabeza.
Edmund sonrió de oreja a oreja al escuchar cada palabra de lo que su hermana le decía.
-¿Quieres... hacerla tu prometida?
-Pues... si ella también me ama, tal vez si...
-¿Por qué no lo averiguas tú mismo?
-¿Te refieres a... preguntarle abiertamente?
Susan asintió con la cabeza.

Esa misma tarde, mientras los narnianos merodeaban al rededor de Anvard, Edmund tomó su caballo y cabalgaba de un lado a otro en caso de ver a enemigos cerca. Luego se adentro en los interiores del bosque que separaba a Narnia de Archenland, pues comenzaba a extrañar sus tierras y a sus amigos. ¿Estarían bien Tumnus y el resto? Sintió por un momento que debía volver pero luego miro atrás, sus hermanos y toda una nación contaba con su apoyo... pero la curiosidad invadía la mayoría de su mente y cuerpo. Siguió cabalgando ensillado en su caballo hasta llegar a la parte donde ya no quedaban mas arboles que obstaculizaban el camino.
"Tal vez si viaje hasta Narnia volveré antes de que oscurezca... supongo que nadie notara mi ausencia"- pensó.
El noble caballo caminaba aun mas lento al ir dejando los terrenos de Archenland.

-No pensara en dejar Archenland ¿cierto?

Una dulce voz femenina adivinaba mis pensamientos tras de mí.
Era ella, una vez mas, era Aralen.
Voltio su cabeza para mirarla y ahí encontró su diminuta figura montada sobre un noble caballo blanco, pareciera que a los rayos del sol, Aralen luciera mas hermosa de lo habitual. Sus cabellos brillaban como el oro y pequeños mechones chocaban sobre sus pómulos debido al viento.
Edmund, sin dejar de mirarla con una tonta sonrisa sellada sobre su rostro, bajó del caballo.
Aralen también hizo lo mismo que él, ambos se acercaron.

-Para serle sincero, si lo pensé varios minutos- confesó Edmund- No por ser un cobarde de la guerra que se aproxima, si no porque estoy preocupado por mi país. Hace ya varios días dejamos Narnia y me gustaría saber como andan las cosas por allá.

Aralen bajó la vista, no de disgusto, si no de confusión. No sabía que responder a eso, por lo cual el joven rey prosiguio:

-Pero al verla a usted... tan solo su dulce presencia hizo que todo lo que pensara se me haya olvidado y me haya echo entender, a la vez, que en Narnia todo esta bien.

A la joven le fue inevitable enternecerse con las palabras del Rey y también, enrojecerse.

-Aun así si quiere visitar Narnia, puede hacerlo- dijo la doncella tras varios segundos de silencio- No quiero ser un impedimento, es mas, puedo ayudar a cubrir su ausencia...
-No será necesario, Aralen- se apresuro en responder Edmund- No voy a dejar Archenland... no voy a dejarla sola.

Aralen sentía que por cada palabra que decía Edmund, la iba conquistando mas y mas. Ella con movimientos coquetos en su cabeza, se acerco unos pasos mas a Edmund, quien aun no despegaba su sonrisa de oreja a oreja.

-Lo siento, Aralen- dijo Edmund voltiando para mirar el hermoso paisaje que tanto tranquilizaba con las fuertes palabras que Edmund iba a mencionar- Pero no puedo fingir que usted no me interesa, yo he descubierto un sentimiento que jamás había sentido al verla y al escucharla, estoy enamorado de usted desde la primera vez que la vi. Juro por mi familia que yo no sabía que era el amor hasta que la conocí, en la biblioteca, mientras su padre la presentaba. Estoy tan enamorado de usted que hoy día mismo, si fuese posible, tomaría su mano y la haría mi esposa por el resto de mi vida. Y no crea que solo me gusta su belleza exterior, creame que estoy enamorado hasta de su delicada voz y en la forma que posa sus ojos sobre mí.

Al finalizar, Edmund se preguntaba confundido, de donde consiguió sacar palabras tan hermosas. Hablaba de corazón.
Las palabras de Edmund calaron en lo mas profundo del corazón de Aralen, nunca nadie antes en su vida alguien le había dicho cosas tan hermosas como Edmund, ni siquiera los hombres que quisieron tomar la mano de la joven anteriormente, nada se comparaba a la sinceridad de Edmund. Aralen lo comprobó, alguien al fin se había enamorado de ella de verdad.
El viento soplaba en la cara de Edmund, y al notar el silencio de la joven, por un momento creyó que se había ido, hasta que sintió su pesada respiración cerca y a los segundos después... su mano sobre la de él. Su corazón dejó de palpitar.

-¿Sería descortés y desgraciado de mi parte si... respondería a esas bellas y únicas palabras... mañana?-preguntó la joven tan tiernamente que a Edmund le fue imposible negarse.
-Claro que no, mientras sus sentimientos estén completamente claros... todo será lo mejor.
Ambos se respondieron con una sonrisa.

Esa misma noche, mientras algunos de iban a dormir y otros vigilaban, Edmund permanecía sentado en el césped mirando la fogata. Estaba feliz, tenía una buena sensación en su interior. Sabía que la joven también estaba enamorada de él. Mientras fantaseaba como sería una vida junto a Aralen, sus pensamientos fueron interrumpidos por Lari, la criada.

-Rey Edmund- dijo con su tímida voz- Su alteza real, el Rey Lune, desea verlo en su biblioteca.
-¿Ahora?- preguntó extrañado Edmund, pues ya era muy tarde.
-Pues... si.
Edmund siguió a la criada. Quizá era una noticia buena. Quizá Aralen estaba con él, quizá ella le pidió a su padre que quería darle su mano para casarse con Edmund.

Pero el Rey Lune lo esperaba a solas, solo acompañado de su chimenea que iluminaba toda la habitación y unos enormes libros sobre su escritorio.

-Gracias por haber venido a pesar de la hora que es, Rey Edmund- dijo Lune.
-No hay problema con eso, Rey Lune- dijo Edmund- De que se trata esto.
-Pues... lo prometido es deuda.
-No comprendo...
-Yo le hice una propuesta hace unos cuantos días y usted prometio darme una respuesta.
El rey Lune tenía razón, hace ya harto el joven rey se estaba zafando de esto hasta un punto de llegar a olvidar por completo la propuesta.
-La propuesta-murmuró Edmund.
-No puedo seguir esperando, Rey Edmund- dijo el anciano Rey- Debo oír su respuesta cuanto antes.
-Pues... yo- balbuceó Edmund- Antes de todo, debe confesarle que realmente me he enamorado de su bella hija Aralen, usted tenía razón... ¡Ella es capaz de conquistar a cualquiera con su mirada!- Edmund comenzó a hablar con mas seguridad- Al principio, debo reconocer que me sentía algo asustado con la propuesta, ya que nunca antes había mirado a una mujer... una mujer para hacerla mi acompañante de por vida. No conocía el hermoso sentimiento del amor hasta que la vi, por lo cual todo era muy desconocido para mí. Pero ahora, Rey Lune, estoy mas que seguro ¡Yo estoy enamorado de Aralen!
El Rey Lune sonrío de la pura felicidad que Edmund emitía por sus palabras. Le entregaba una seguridad total.
Fue en ese momento, cuando Aralen vestida en su ropa de dormir, se dirigía hasta al biblioteca de su padre a conversar un tema urgente con él. Antes de decir una sola palabra, abrió la puerta con delicadeza y se dio cuenta que su padre ya estaba teniendo una conversación con otra persona. Aralen cerraba la puerta hasta notar que esa otra persona era Edmund... la curiosidad la venció por completo y se quedo a escuchar detrás de la puerta.

-Entonces, ¿Acepta mi propuesta de hacer mi hija, su esposa y reina?
-Claro que acepto su propuesta. Tomaré la mano de su hija.
-Oh, ¡Cuanto se lo agradezco, Rey Edmund! Creí que no iba a contraer matrimonio nunca... pero, ¿Esta seguro de que ella aceptara? No quiero llevarme un sorpresa...
-Se que ella se ha enamorado de mí, lo puedo presentir.

¿Qué era lo que sus oídos habían escuchado? ¿Su padre le había hecho una propuesta a Edmund para conquistarla y luego contraer matrimonio?
"¡No puede ser cierto lo que mis oídos acaban de escuchar!"- pensó Aralen, mientras se alejaba del lugar hasta su habitación, cubriendose la cara debido a sus lagrimas que la empapaban.

-Pero, creame, Rey Lune que si usted no me hubiera hecho la propuesta, yo de todos modos igual me hubiera enamorado de la joven e igual hubiera pedido su mano.

Cap. 6 "Extraño sentimiento".

-Aralen, ¿Como eres usando el arco y flecha?
-No muy buena- contesto la joven- Hace mucho tiempo no lo practico...
Aralen y Susan miraron al rey Lune, esperando que diera una respuesta.
-Esta bien, esta bien- dijo el rey riendo- Aralen, ve a practicar tiro al blanco junto a la reina... ¡Ten mucho cuidado!
-Lo tendré, papá- dijo la joven.
Ambas chicas, estos últimos días se habían amistado mucho, conversaban durante horas acerca de sus vidas y ahora Susan la invitaba a una practica de arco y flecha.
-Tu padre se preocupa mucho por ti- dijo Susan, con la dulce sonrisa que siempre la caracterizaba.
-A veces se preocupa demasiado- dijo Aralen.
-Solo es porque te quiere mucho...
Susan tomó un arco, y varias flechas, para entregarselas a la joven.
-Con estas entrenaras, por mientras.
Aralen tomó la arquería, mientras algunos narnianos colocaban unos blancos a varios metros de ambas chicas.
Susan, con bastante agilidad, logró apuntar medio a medio del blanco su flecha, ganandose los aplausos de los espectadores que merodeaban cerca.
-¡Eres increíble, Susan!- exclamó Aralen.
-Oh, gracias- agradeció Susan- Pero ahora es tu turno, Aralen.
Aralen, con algo de dificultad, acomodo la arquería en sus brazos y disparo una flecha.
No cayó al centro, pero si bastante cerca. De todos modos se gano aplausos de los narnianos.
-Esta bien para un primer intento- dijo Susan, animandola.
Practicaron durante un largo rato, la gente se iba sumando a su al rededor, hasta que al fin Aralen apuntó medio a medio al blanco.
-¡Lo hiciste, Aralen!- exclamó Susan.
-Oh, sí... ¡Lo hice!
Susan, rápidamente se acerco al oído de la joven, para decirlo algo mas personal:
-Edmund te esta mirando con un gran sonrisa desde la entrada de Anvard.
La chica, algo sonrojada, miro hasta allá y se encontró con el bello rostro de Edmund que la contemplaba desde hace un buen rato. Le fue inevitable no sonreír también.
-Susan, ¿Tú crees que yo le agrado también?- pregunto la doncella, bastante temerosa.
-Estoy completamente segura que sí- respondió Susan, bastante confiada de lo que respondía.

Esa misma tarde, mientras la joven cepillaba su pelo (que era una de las cosas que adoraba hacer), sintió unos pasos tras la puerta que la separaba del los largos y anchos pasillos del castillo. Se animó a dejar su cepillado para otro momento, tomó una daga que consevaba bajo su almohada y la guardo dentro de su vestido. Fue a ver de que se trataban esos pasitos. Los siguió por medio del ruido que hacían, con pleno cuidado de que no la descubrieran. Se sentía algo paranoica, pero sabía que en estos momentos, cualquier cosa podía ocurrir en su país y por sobre todo, en su castillo.
Llegó hasta el último piso, donde casi se podían tocar las nubes y poder sentir el aire fresco sobre su rostro.
No se trataba de un soldado calormene, ni ninguna de esas ideas locas que se venían a la mente a Aralen.
Solo era Edmund.
-¿Aralen?
-Oh, creo que esta vez yo lo he confundido con un calormeno.
Edmund rió. A Aralen le agrado verlo reír, ya que nota que el joven es algo reservado con sus sentimientos.
-¿Como funciono el colgante que le he obsequiado?- preguntó la doncella acercadose al rey- ¿No tuvo pesadillas en la noche?
-¡Oh, justamente de eso quería hablarle!- exclamó Edmund bastante emocionado- Tuve un sueño... y no precisamente con la bruja.
-¿No? Entonces, ¿De que trataba?
-Soñe con una estrella.
-¿Una estrella?
-Sí... y era algo similar a usted.
-Pues, yo creo... que a lo mejor se trataba de mi madre.
-¿Su madre? ¿Por que?
-Ella era descendiente de una estrella...
-Oh, pero que increíble... Entonces, usted también tiene sangre de estrella.
-Solo un poco, yo no se mucho acerca de magia, pero mi madre si era una gran experta.
Hubo una pequeña pausa en que ambos cambiaban sus miradas con algo de nerviosismo.
-Prometo devolverle su collar apenas la guerra termine.
-Puede devolvermelo cuando usted lo desee.

Edmund sentía en su interior, una sensación que jamás había tenido antes en su vida. Quería pasar el resto del día con la doncella, apreciando la belleza que esta tenía desde las puntas de sus cabellos hasta los pies, quería rozar la piel que Aralen tenía, una piel blanca como la estrellas y suave como la seda, quería ser testigo el resto de su vida de esos bellos ojos azules como el cielo y su roja boca. Ahora entendía que la belleza de la joven se debía a que era descendiente de una estrella. Se estaba enamorando, por primera vez, y no lo podía contener.

-¿Sucede algo?- preguntó la joven, al notar que el rey estaba perdido en su presencia.
-Solo quiero decirle que... hoy luce muy bella.- dijo el rey, con un tono muy impulsivo.

El rey gacho la cabeza, como un esclavo calormene... La vergüenza se lo estaba devorando a pedazos.
La joven, solo sonrió de oreja a oreja, y sus mejillas enrojecieron un poco al oír lo que el rey le acababa de decir.

-Muchas gracias por ese halago hacia mi persona- agradeció la joven.

Edmund, lentamente volvió la mirada hacia la joven, ella lo miraba con atención.

-Me debo ir, solo vine hasta acá para tener una vista desde las alturas... Mi hermano, el gran rey, me espera...
-Oh, esta bien... adelante.

El joven, bastante avergonzado salió de ese lugar a un paso muy rápido, mientras que la chica lo veía marcharse, de una forma muy coqueta.

"¿Como se me escapo algo así de la boca? Quizá piensa que soy rey bastante atrevido"- pensaba Edmund mientras arrancaba lo mas lejos posible- "Pero es que fue inevitable no decirlo... ella es muy bella y mi cuerpo se paraliza cuando ella me ve. Sí, creo que me he enamorado de ella, como el Rey Lune esperaba... pero ahora me preguntó ¿Tengo que tomar su propuesta?"

Esa noche, se encontraba muy feliz, y cepillaba su cabello una y otra vez, mientras bailaba al rededor de su habitación canturreando una bella melodía. La criada, la miraba muy extrañada mientras hacía su trabajo de ordenar la ropa.

-Oh, pero ¿Que es lo que ha pasado que la tiene tan feliz en estos momentos tan tensos en Archenland?- preguntó la criada, bastante confundida.
-Oh, Lari... ¡No sabes lo bello que me ha pasado!
-¿Se puede saber que es?
-Hoy, en la tarde, el rey Edmund me ha dicho que lucía muy bella.
-Mi doncella, ¿Usted cree que el rey gusta de usted?
-Solo los enamorados son capaces de decir algo así... Además, note su bella timidez al decirmelo.
-Puede que tenga toda la razón, joven Aralen. Usted es tan bella que enamora a cualquier hombre, desde un príncipe hasta un rey.
-Solo espero que esta desgraciada guerra acabé pronto, para que él tomé mi mano, ambos seamos reyes y felices por siempre.
-Nunca la había notado antes así desde que la conozco, Aralen... Usted esta enamorada de ese joven rey.
-Creo que sí, creo que al fin mi destino me ha enviado al mejor hombre que haya conocido... Después de mi noble padre, claro.

Cap. 5 "El árbol"

Edmund, había sido el último en despertarse de los hermanos.
Lavó su cara, vistió ropa limpia y salió de su habitación.
Mientras iba caminando por los pasillos hasta llegar la puerta, alguien lo jalo del brazo y lo metió dentro de una habitación.
-Prometio que hoy si iríamos- dijo una voz femenina.
-Oh, Aralen... fue usted-dijo el joven, con un gran sonrisa al verla.
Era la habitación de Aralen, muy amplia, decorada y perfumada, y tenía un balcón con vista a toda Archenland y mas allá.
-Perdón si pensó que se trataba de un secuestro hacia su persona - dijo Aralen con un inocente sonrisa - Pero es que no dejaré que olvide lo que me prometió ayer...
-No se preocupe, no lo he olvidado para nada.
-Será mejor ir de inmediato, antes de que mi padre se de cuenta de mi ausencia.
-¿Esta segura?
-Completamente segura, rey Edmund. Confíe en mí.
-Espereme en el mismo lugar donde entró al bosque ayer. Yo iré por usted.
-Esta bien, lo esperare.

Edmund salió de la habitación de la joven, por suerte pasó desapercibido.
Luego, fue en busca de su caballo y se montó en este, pero apenas Peter lo vio, le dijo:
-Hermano, ¿A donde vas?
-Iré a echar un vistazo a los alrededores- mintió Ed- Volveré pronto.
-Ten mucho cuidado- pidió Peter- Se muy cauteloso.
-Lo haré.

Edmund echo riendas a su caballo y este se metió en el bosque, y como lo prometió, consiguió las mejores flores que alguien haya podido encontrar, mientras que Aralen se encontraba esperando donde se había acordado, con su capuchón negro.
Apenas se encontraron, los ojos azules de la joven se iluminaron mas que nunca ante la presencia del rey. La ayudo a subir al caballo con facilidad, pues el peso de ella era bastante escaso. Al sentir que los suaves brazos se sujetaban de su cintura, Edmund se puso muy nervioso pero lo supo disimular esta vez.
Aralen lo guío, entre los interminables arboles, hasta la tumba de su difunta madre. Edmund ya se había perdido mientras galopaban, pues solo veía arboles iguales una y otra vez, pero la joven conocía cada árbol del bosque.
-Es aquí, ya hemos llegado- dijo la joven de un momento a otro.
Edmund detuvo su caballo con rapidez, y le entregó las flores a la princesa. Ella se lo agradeció enormemente.

La tumba de la reina, era bastante diminuta, pero a la vez hermosa. Era una especie de circulo adornado con flores y piedras de diferentes colores. Había un buen aroma a su alrededor.
Aralen se acercó a la tumba, con una dulce sonrisa y se arrodillo frente a ella, sumandole las flores que consiguió el Rey Edmund.
-Lo siento, querida madre- dijo la princesa - No te molestes conmigo, por no haber venido a visitarte estos últimos días, pero mi padre casi me mantiene como prisionera en casa... Usted debe saber porque.
La joven, se levanto del suelo y se dirigió al joven Rey.
-¿Que tal si trepamos este árbol?- preguntó la joven, indicando el árbol al cual se refería.
-¿Treparlo? ¿Para que?
-Es una sorpresa.
La doncella, con facilidad, trepo el viejo y gigante árbol.
-Aralen- dijo el Rey preocupado- ¿Esta segura?
-Totalmente.
-Pero, se enredara con su lujoso vestido y caerá.
-Este árbol nunca dejara que yo me caiga, Rey Edmund- dijo la chica deteniendose- Solo sigame, con toda confianza.
La chica trepó y trepó hasta llegar a sentarse a un brazo firme del árbol, estaba bastante lejos del suelo, pero lucía muy feliz. Fue ahí cuando el Rey, no muy confiado siguió el mismo trayecto de ella. Consiguió llegar al mismo nivel que ella, pero luego miro hacia abajo y sintió que un pequeño temblor se apoderaba de su cuerpo.
-Tomé asiento junto a mí y dejará de tener miedo- dijo la chica entre pequeñas risas.
-No... no tengo miedo.- dijo el joven acercándose hacia ella, para tomar asiento- Y ¿Cual era la sorpresa?
-Mire hacia abajo, con cuidado, y vea la tumba de mi madre.
El joven miro hacia la tumba y vio que al rededor se veía un gran arco iris que la rodeaba.
-¿Como... como es posible?- preguntó el Rey confundido.
-Ni yo lo sé... pero esa es la razón de la porque siempre trepo este árbol para ver ese hermoso arco iris, Rey Edmund- dijo la joven.
El joven apoyo su espalda sobre el árbol y se recostó. El aire chocaba contra su cara y le resultaba una sensación muy agradable.
-Creo que debería dejar de llamarme Rey Edmund- dijo el joven mientras cerraba sus ojos- Solo digame Edmund.
-¿No cree que es inapropiado?
-No, no lo creo...
La chica hizo lo mismo que el joven, se recostó sobre la rama del árbol. Tomó una hoja y comenzó a jugar a contraluz con esta.
-Esta bien... Edmund.
-Aralen, te tengo una pregunta...
-¿Cual?
-¿Por que no quiso contraer matrimonio con el príncipe calormene? Estoy seguro que él le ofreció toda su fortuna a cambio de ser su esposa...
La chica, respiró hondo antes de responder:
-Porque creo en el amor verdadero.
El chico sintió que pregunto algo indebido tras recibir esa respuesta, pero a la vez comprobó que lo que le dijo el Rey Lune, era cierto. Ella es de la clase de chicas que solo se espera que existan en cuentos de hadas.
-No soy de esas doncellas calormenas que solo esperan riquezas y nada mas que eso- replicó Aralen- Edmund, ¿Tú también le ofreces riquezas a las mujeres que te gustaría contraer matrimonio?
-La verdad jamás he tomado la mano de una doncella... Creo que aun soy algo "joven" para eso.
-¿Joven? Eres un rey...
-Estoy casi seguro que soy un par de años mayor que usted solamente.
Aralen río coquetamente y volvió a sentarse sobre la rama, le costaba estar cómoda en un lugar como ese.
-Es el mas tranquilo de los cuatro reyes.
Edmund abrió sus ojos al oír eso y los cerro con rapidez al sentir un rayo de sol chocar en sus pupilas.
-¿Realmente piensa eso?
-Lo puedo notar a simple vista.
-Trato de ser lo mejor posible cada día...
-¿Lo mejor posible?
-Debo remediar la traición que cometí alguna vez a todo un país.
La joven, echo su vista hacia abajo, y se sintió culpable al haber llegado a ese tema de conversación. Por el tono de voz notó de inmediato que al rey le dolía hablar del tema, casi como una herida sin cerrar.
-En mis sueños, ella siempre esta presente -relataba el rey, refiriendose a la bruja blanca- Insistiendo en que soy un traidor, que yo le pertenezco...
-Eso es porque aún te lamentas y vives pensando en lo acontecido- dijo la joven- Tal vez si tuvieras un poco mas de seguridad en ti mismo y dejaras de pensar en ello, no tendrías pesadillas con esa bestia...
Edmund se quedó hipnotizado, mirando la tumba, pensando en que, tal vez la joven tenía razón...
-Toma esto- dijo la joven, entregandole un colgante que quitó de su cuello- Será mejor que lo conserves tú.
-¿Por qué?- preguntó el rey confundido.
-Mi madre me lo obsequió en vida- respondió Aralen- Aleja de ti toda mala vibra y mala suerte que rodee en tu cuerpo.
-Oh, no puedo aceptarla, Aralen, es un regalo de su difunta madre.
-Lo sé, pero ella, mejor que nadie comprendería que tú la necesitas mas que yo en estos momentos- insistió- Tomala, Edmund.
El chico la miró con atención, cada detalle: Era una hermosa cadena de oro bastante delgada y fina.
-Esta bien- dijo el joven, dandose por vencido, tomando y amarrandola en su cuello.
La chica sonrió al verlo con ello puesto.
-Gracias...