Peridan lo acompañaba, quien solo miraba a su al rededor para que todo marchara bien.
-Su majestad, ¿Puedo comentarle algo?
-Por supuesto- dijo Ed, continuando con su trabajo.
-La hija del Rey Lune lo esta mirando...
Edmund sintió una pequeña electricidad en todo el cuerpo al oír lo que su amigo le había comentado. No estaba acostumbrado al asunto de mujeres, amoríos y todo ese tipo de cosas. El joven se echo a reír.
-Por el León, Peridan... Fijate en que los narnianos estén entrenando a la perfección en vez de mirar a la joven.
-Quizá la joven quiere decirle algo, su alteza- replicó Peridan- ¿Por qué no voltea y lo comprueba con sus propios ojos?
Edmund, hizo caso y giro a ver la cara de la joven, quien se encontraba mirando desde el balcón de su habitación.
Al chocar sus miradas, sonrieron mutuamente.
Edmund levanto un poco su mano para hacerle una señal de saludo a la joven, ella hizo lo mismo desde su lugar y luego volvió a entrar a su habitación.
El joven volvió su mirada hacia su amigo, quien lo miraba con una sonrisa algo burlona.
-No me mires así, Peridan- dijo Edmund, sonriendo nerviosamente- Sé que estas imaginando...
-¡Yo no estoy imaginando nada, su alteza!- exclamó Peridian entre risas.
-Si mi hermano Peter, el gran Rey, nos encontrara hablando de este tipo de cosas, de seguro nos mandaría devuelta a Narnia.
Mientras tanto, en la habitación de Aralen.
La joven, sentada frente a un espejo, dejaba que su criada le cepillara el cabello, mientras que ella aprovechaba de perfumarse.
-He notado una sonrisa en su cara desde que despertó, su majestad- comento la criada con mucha curiosidad.
-No puedo ocultar lo que siento, Lari
-¿Que es lo que oculta?
La chica voltio para encontrar la mirada de su criada y mejor amiga, tomó sus manos y le dijo:
-Prometeme que no se lo dirás a nadie...
-¡Lo prometo, su majestad!
La joven se acerco al oído de su criada y, casi en susurro, le confeso:
-Creo... creo que me gusta el Rey Edmund...
-¡Oh, pero que maravilloso!-exclamo la criada.
-¡Shhh!
-Oh, lo siento... Lo siento mucho, querida Aralen.
-Sabes, Lari... Nunca había conocido un hombre, que me hablara con nerviosismo, ese tipo de nerviosismo agradable que a cualquier mujer le gustaría ver de un hombre y que solo se sabe que existe por medio de novelas de amor... Todos los hombres que he conocido antes y han querido tomar mi mano, han resultado ser unos charlatanes, que tal vez creen que soy solo una mujer bonita que no le interesa que la amen de verdad, pero si que la complazcan con diamantes y joyas. ¡Oh, oh! ¡Si por eso me negué profundamente a ser la esposa de ese charlatán hijo del Tisroc!
Esa misma tarde, otra criada del Rey Lune, se acerco hasta Edmund, quien ajustaba unos planes junto a su tropa.
-Rey Edmund- dijo la vocecita de la criada- Su alteza, el Rey Lune desea hablar con usted.
-¿Conmigo?- dijo Edmund- Quizá debe ser con Peter, mi hermano...
-No, para nada... El Rey Lune desea hablar con usted a solas.
-Esta bien...
Edmund siguió a la criada, ella era quien lo guiaba, mientras recorrían los silenciosos pasillos del castillo, se preguntaba cual era el motivo para querer hablar con él y a solas. Quizá había cometido un error... ¿O no?
-Aquí es, Rey Edmund- apuntó la criada, la puerta de la biblioteca.
-Muchas gracias- dijo Edmund, a pesar de ya saber el camino hasta ese lugar.
Tocó la puerta, escucho un "adelante" y entró a la habitación.
Ahí se encontraba el Rey Lune, mirando por la ventana, pero de inmediato miro a Edmund cuando entró.
-¿Me ha llamado, Rey Lune?- preguntó Edmund.
-Claro, por favor, tome asiento- dijo este, también sentandose en un cómodo sofá.
Hubo una pequeña pausa, Ed tenía un mal presentimiento...
-¿Cual es el motivo para esta reunión, Rey Lune?
-Pues, Rey Edmund, es un caso externo a la guerra- explicó el Rey Lune, algo confundido-Se trata mas bien de un favor, o tal vez una propuesta para usted... La verdad, como desee usted tomarselo.
-¿De que se trata?
El rey Lune, se notaba aturdido, no sabía como comenzar a explicar lo que le quería pedir al joven rey.
-Pues... Yo creo... -Balbuceaba el Rey- Yo creo que usted... usted debería enamorar a mi hija y... tomar su mano.
La expresión de curiosidad de la cara de Edmund se desvaneció al oír lo ultimo y, paso a ser una casi de terror. No podía creer lo que los labios del viejo Rey habían pronunciado.
-¿Por que me esta pidiendo eso a mí, Rey Lune?
-Porque yo creo que usted es el indicado... Rey Edmund, yo solo he escuchado buenas críticas hacia su persona. Que es buen amigo, que es muy comprensivo, un buen consejero, que es muy tranquilo y al fin de cuentas, una buena persona... y lo que yo quiero para mi hija, es una buena persona... ¿O será que ya ha tomado la mano de otra?
-No, no lo he hecho nunca y, es mas, no esta en mis planes hacerlo por ahora- dijo Edmund algo cortante- Ademas, creo que en la situación que estamos viviendo ambos países, no acompaña a lo que me esta pidiendo.
-¡Oh, Rey Edmund! Por favor no vea mi petición como una muestra de insolencia, mas bien, quiero lo mejor para mi hija y yo se que usted es eso que ella busca, y tal vez, si usted se da el tiempo, podría empezar a conocerla y se que caería enamorado de ella, Aralen es hermosa e inteligente.
Edmund, dio un respiro y empezó a pensarlo un poco.
"En algún momento tenía que llegar a esto: Tomar la mano de una dama para hacerla mi esposa"- pensó Ed.
El rey Lune se levantó de su asiento, sosteniendose con sus puños apoyados en la mesa que lo separaba del rey mas joven y se dirigió nuevamente a la ventana.
-Rey Edmund- comenzó a explicar Lune, al notar que Edmund se sentía algo acosado por la propuesta- Para serle mas sincero, temo por el futuro de mi adorada Aralen... Cientos y cientos de príncipes de países lejanos han venido hasta acá para pedir la mano de mi hija, pero ella... cree los hombres son solo unos charlatanes. Aralen quiere sentirse amada de verdad, no que venga un tipo desconocido a ofrecerle cielo, mar y tierra por conveniencia... Ella cree en el verdadero amor. Yo estoy muy viejo, y quien sabe si el día de mañana yo ya dejó de existir, no quiero que mi pequeña quede sola.
Edmund quedo totalmente perplejo al oír las palabras del Rey, que se oían con bastante sinceridad y algo de pena.
-Quizá... quizá podría hacer el intento- dijo Edmund- Pero no prometeré nada.
El rey le sonrió al joven y le dijo:
-Dame tu respuesta cuando quieras- dijo el Rey Lune.
Edmund se levanto de su asiento, dijo "con su permiso" y salió de la biblioteca bastante confundido.
"¿Enamorar a Aralen y luego tomar su mano? Por Aslan, ¿Como se hacen esas cosas? Yo solo se dar buenos consejos en los juicios y batallar en las guerras" -pensaba Edmund cuando iba camino de vuelta a las puertas de Anvard- "Pero, partamos desde la base, ¿Estará bien lo que el Rey me propuso? Pues, yo supongo que sí, note esa preocupación que el Rey sentía por su hija al hablarme, pero... ¿Estaría bueno que yo aceptara?"