Una carta llegó a las puertas de la habitación del Rey Lune, aún no se sabe como, y lo que decía era que pronto los calormenes llegarían a arruinar Anvard y luego toda Archenland. Todos se escandalizaron al enterarse de la desagradable noticia.
-Ahora tenemos que estar con los ojos mas abiertos que nunca- decía Peter, algo desesperado.- Ahora si podrían aparecer en cualquier momento...
-Mandare a algunas aves a investigar por los alrededores y límites- dijo Edmund.
-Apresurate, con el Rey Lune veremos si podemos hacer nuevas estrategias.
-Esta bien.
Edmund busco a las aves, que revoloteaban al rededor de Anvard, llamó su atención moviendo sus manos y estas tres bajaron a tierra firme.
-Su majestad, ¿en que podemos ayudar?
-Por favor, vayan a espiar los limites y los al rededores de Archenland, puede que hayan calormenes así que tengan mucho cuidado.
-A sus ordenes, Rey Edmund.
Las aves volvieron a subir hasta el cielo y volaban hacia donde el Rey les había pedido.
Cuando Edmund bajó su vista, se encontró con una figura femenina cubierta de un manto negro, corriendo por detrás de Anvard y entrando al bosque de Archenland.
Edmund, armado con su espada favorita, siguió a esta persona, que cada vez mas se encaminaba mas y mas adentro del bosque. No perdía de vista a la mancha negra entremedio de los verdes arboles. Esta seguía corriendo a toda velocidad, sin darse cuenta de que alguien la seguía, pero de repente una roca la hace tropezar, cayendo boca abajo sobre el césped. Eso le dolió bastante.
Apenas hizo el intento para levantarse, sintió una fría y filosa espada sobre su hombro junto a su cuello.
-En nombre de Aslan- dijo Edmund - Dime quien eres ahora.
-¿Rey Edmund?- dijo la chica de la capa negra.
Edmund reconoció la voz y luego de unos segundos, también reconoció los zapatos de alta costura que traía esta persona.
-¿Aralen?
La chica miro hacia atrás con sus ojos azules mas abiertos que nunca, aún envuelta en pánico, pensando que se trataba de un calormene.
-¡Me ha dado un gran susto, Rey Edmund!-exclamó la joven algo disgustada.
Edmund rápidamente guardo su espada, algo avergonzado y ayudo a levantar a la dama, pero ella se negó.
-No puedo levantarme- dijo ella- ¿Acaso no vio la caída que me di?
-Oh, Aralen- dijo Edmund- Lo siento mucho, de veras, yo creí que usted era un enemigo por tratar de escapar y por andar vestida con esa capa negra...
-¡Oh, mis flores!-exclamó la joven al ver unas flores arruinadas por la caída que había guardado dentro de su capa.
-¿Para quienes eran?-preguntó el Rey.
-Para mi querida madre.
-¿Su madre?
-Verá, Rey Edmund, yo venía rápidamente a dejar flores a la tumba de mi madre que esta cerca de aquí y me puse esta manta negra sobre la ropa para que nadie me reconociera al salir de Anvard y pensaran que era una ermitaña- explicaba Aralen -Pero lo único que conseguí hoy, fue una dolorosa caída en la cual arruine las flores... y usted apuntandome con una espada.
Edmund se sentó junto a la joven, que acariciaba su rodilla dolorida por la caída, y le dijo:
-Tal vez deba venir mañana, ahora no es el momento.
La joven miro el rostro del Rey, quien la miraba con una dulce sonrisa y se sintió algo nerviosa esta vez.
-Si su padre, el rey Lune, no la encuentra en Anvard, de seguro le ira muy mal, pues ahora los ánimos ahí están mas densos con el llegar de la amenazante carta de los calormenes.
-Quizá tenga razón, Rey Edmund... ¡Soy muy impulsiva y llevada a mis ideas! Me frustro rápidamente cuando algo no me sale bien...
-Conseguiré flores iguales a esas o mejores, Aralen, para que las lleve a la tumba de su madre y pueda perdonarme por haber creído que usted era de Calormen.
La chica sonrió de oreja a oreja, y Edmund al ver el hermoso rostro de la joven cerca, enrojeció y entonces se puso a mirar a cualquier otra parte para disimularlo.
"¿No estoy tratando de conquistarla, cierto?"- se preguntó el Rey.
Cap. 4 "Un pequeño incidente"
- 2/1/12
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