Cap. 5 "El árbol"

Edmund, había sido el último en despertarse de los hermanos.
Lavó su cara, vistió ropa limpia y salió de su habitación.
Mientras iba caminando por los pasillos hasta llegar la puerta, alguien lo jalo del brazo y lo metió dentro de una habitación.
-Prometio que hoy si iríamos- dijo una voz femenina.
-Oh, Aralen... fue usted-dijo el joven, con un gran sonrisa al verla.
Era la habitación de Aralen, muy amplia, decorada y perfumada, y tenía un balcón con vista a toda Archenland y mas allá.
-Perdón si pensó que se trataba de un secuestro hacia su persona - dijo Aralen con un inocente sonrisa - Pero es que no dejaré que olvide lo que me prometió ayer...
-No se preocupe, no lo he olvidado para nada.
-Será mejor ir de inmediato, antes de que mi padre se de cuenta de mi ausencia.
-¿Esta segura?
-Completamente segura, rey Edmund. Confíe en mí.
-Espereme en el mismo lugar donde entró al bosque ayer. Yo iré por usted.
-Esta bien, lo esperare.

Edmund salió de la habitación de la joven, por suerte pasó desapercibido.
Luego, fue en busca de su caballo y se montó en este, pero apenas Peter lo vio, le dijo:
-Hermano, ¿A donde vas?
-Iré a echar un vistazo a los alrededores- mintió Ed- Volveré pronto.
-Ten mucho cuidado- pidió Peter- Se muy cauteloso.
-Lo haré.

Edmund echo riendas a su caballo y este se metió en el bosque, y como lo prometió, consiguió las mejores flores que alguien haya podido encontrar, mientras que Aralen se encontraba esperando donde se había acordado, con su capuchón negro.
Apenas se encontraron, los ojos azules de la joven se iluminaron mas que nunca ante la presencia del rey. La ayudo a subir al caballo con facilidad, pues el peso de ella era bastante escaso. Al sentir que los suaves brazos se sujetaban de su cintura, Edmund se puso muy nervioso pero lo supo disimular esta vez.
Aralen lo guío, entre los interminables arboles, hasta la tumba de su difunta madre. Edmund ya se había perdido mientras galopaban, pues solo veía arboles iguales una y otra vez, pero la joven conocía cada árbol del bosque.
-Es aquí, ya hemos llegado- dijo la joven de un momento a otro.
Edmund detuvo su caballo con rapidez, y le entregó las flores a la princesa. Ella se lo agradeció enormemente.

La tumba de la reina, era bastante diminuta, pero a la vez hermosa. Era una especie de circulo adornado con flores y piedras de diferentes colores. Había un buen aroma a su alrededor.
Aralen se acercó a la tumba, con una dulce sonrisa y se arrodillo frente a ella, sumandole las flores que consiguió el Rey Edmund.
-Lo siento, querida madre- dijo la princesa - No te molestes conmigo, por no haber venido a visitarte estos últimos días, pero mi padre casi me mantiene como prisionera en casa... Usted debe saber porque.
La joven, se levanto del suelo y se dirigió al joven Rey.
-¿Que tal si trepamos este árbol?- preguntó la joven, indicando el árbol al cual se refería.
-¿Treparlo? ¿Para que?
-Es una sorpresa.
La doncella, con facilidad, trepo el viejo y gigante árbol.
-Aralen- dijo el Rey preocupado- ¿Esta segura?
-Totalmente.
-Pero, se enredara con su lujoso vestido y caerá.
-Este árbol nunca dejara que yo me caiga, Rey Edmund- dijo la chica deteniendose- Solo sigame, con toda confianza.
La chica trepó y trepó hasta llegar a sentarse a un brazo firme del árbol, estaba bastante lejos del suelo, pero lucía muy feliz. Fue ahí cuando el Rey, no muy confiado siguió el mismo trayecto de ella. Consiguió llegar al mismo nivel que ella, pero luego miro hacia abajo y sintió que un pequeño temblor se apoderaba de su cuerpo.
-Tomé asiento junto a mí y dejará de tener miedo- dijo la chica entre pequeñas risas.
-No... no tengo miedo.- dijo el joven acercándose hacia ella, para tomar asiento- Y ¿Cual era la sorpresa?
-Mire hacia abajo, con cuidado, y vea la tumba de mi madre.
El joven miro hacia la tumba y vio que al rededor se veía un gran arco iris que la rodeaba.
-¿Como... como es posible?- preguntó el Rey confundido.
-Ni yo lo sé... pero esa es la razón de la porque siempre trepo este árbol para ver ese hermoso arco iris, Rey Edmund- dijo la joven.
El joven apoyo su espalda sobre el árbol y se recostó. El aire chocaba contra su cara y le resultaba una sensación muy agradable.
-Creo que debería dejar de llamarme Rey Edmund- dijo el joven mientras cerraba sus ojos- Solo digame Edmund.
-¿No cree que es inapropiado?
-No, no lo creo...
La chica hizo lo mismo que el joven, se recostó sobre la rama del árbol. Tomó una hoja y comenzó a jugar a contraluz con esta.
-Esta bien... Edmund.
-Aralen, te tengo una pregunta...
-¿Cual?
-¿Por que no quiso contraer matrimonio con el príncipe calormene? Estoy seguro que él le ofreció toda su fortuna a cambio de ser su esposa...
La chica, respiró hondo antes de responder:
-Porque creo en el amor verdadero.
El chico sintió que pregunto algo indebido tras recibir esa respuesta, pero a la vez comprobó que lo que le dijo el Rey Lune, era cierto. Ella es de la clase de chicas que solo se espera que existan en cuentos de hadas.
-No soy de esas doncellas calormenas que solo esperan riquezas y nada mas que eso- replicó Aralen- Edmund, ¿Tú también le ofreces riquezas a las mujeres que te gustaría contraer matrimonio?
-La verdad jamás he tomado la mano de una doncella... Creo que aun soy algo "joven" para eso.
-¿Joven? Eres un rey...
-Estoy casi seguro que soy un par de años mayor que usted solamente.
Aralen río coquetamente y volvió a sentarse sobre la rama, le costaba estar cómoda en un lugar como ese.
-Es el mas tranquilo de los cuatro reyes.
Edmund abrió sus ojos al oír eso y los cerro con rapidez al sentir un rayo de sol chocar en sus pupilas.
-¿Realmente piensa eso?
-Lo puedo notar a simple vista.
-Trato de ser lo mejor posible cada día...
-¿Lo mejor posible?
-Debo remediar la traición que cometí alguna vez a todo un país.
La joven, echo su vista hacia abajo, y se sintió culpable al haber llegado a ese tema de conversación. Por el tono de voz notó de inmediato que al rey le dolía hablar del tema, casi como una herida sin cerrar.
-En mis sueños, ella siempre esta presente -relataba el rey, refiriendose a la bruja blanca- Insistiendo en que soy un traidor, que yo le pertenezco...
-Eso es porque aún te lamentas y vives pensando en lo acontecido- dijo la joven- Tal vez si tuvieras un poco mas de seguridad en ti mismo y dejaras de pensar en ello, no tendrías pesadillas con esa bestia...
Edmund se quedó hipnotizado, mirando la tumba, pensando en que, tal vez la joven tenía razón...
-Toma esto- dijo la joven, entregandole un colgante que quitó de su cuello- Será mejor que lo conserves tú.
-¿Por qué?- preguntó el rey confundido.
-Mi madre me lo obsequió en vida- respondió Aralen- Aleja de ti toda mala vibra y mala suerte que rodee en tu cuerpo.
-Oh, no puedo aceptarla, Aralen, es un regalo de su difunta madre.
-Lo sé, pero ella, mejor que nadie comprendería que tú la necesitas mas que yo en estos momentos- insistió- Tomala, Edmund.
El chico la miró con atención, cada detalle: Era una hermosa cadena de oro bastante delgada y fina.
-Esta bien- dijo el joven, dandose por vencido, tomando y amarrandola en su cuello.
La chica sonrió al verlo con ello puesto.
-Gracias...

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