Cap. 9 "Torpe doncella"

Dos días después...
Aralen se encerró en su habitación, negandose a conversar con su padre y con el resto del mundo, excepto Lari, a quien consideraba su única amiga y en quien podía confiar. Y también era quien la lavaba y quien le llevaba la comida a su habitación.
El resto de los narnianos y la gente de Archenland notaba a simple vista la ausencia de la bella doncella por los pasillos y los alrededores de Anvard, y cuando estos le preguntaban que sucedía con ella al Rey Lune, este solo era capaz de responderle de que la joven estaba algo enferma y era mejor dejarla descansar y recuperarse en su habitación.

Lari tocaba la puerta.

-¿Quien es?- pregunto la doncella, quien permanecía recostada sobre su cama leyendo un libro.
-Aralen querida, soy yo, Lari- respondió la criada desde el otro lado de la puerta.

Aralen se levantó de la cama, tomó las llaves de su escritorio y abrió la puerta, quien la dejaba bloqueada para que nadie entrase.
La criada entró cargando en sus manos un par de bandejas con la merienda de Aralen.

-¡Cuanta comida para una sola persona, Lari!- exclamó la dama- Creo que tendrás que quedarte a probar bocados conmigo.
-Su padre, el Rey Lune, me exigió que le diese mucha comida y de su favorita- explicó Lari- Como usted no ha dejado la habitación y no tiene mucho movimiento físico, supuso que un poco mas de comida la mantendría con energías.
-¿Con energías? Mas bien me dejara como una gorda vaca. ¿Cuando mi padre, dejara de pensar estupideces?
La princesa se sentó sobre su cama y comenzó a comer, aunque lo disimulaba, estaba casi muerta del hambre.
-Mi querida doncella, no quiero ofenderla ¡Para nada!- comenzó a hablar la criada mientras juntaba sus manos mirando hacia abajo, como una esclava calormene- Pero debo hacerle saber que el gran Rey Lune se ha visto muy entristecido y afectado por la situación que sucedió con usted. Esa sonrisa tranquila que tanto lo caracterizaba cambio a una mas seca y seria. Él solo desea que usted le abra la puerta de la habitación y acceda a conversar con él, ya que muere por hacerle entender como sucedieron realmente las cosas.
-Se perfectamente como sucedieron las cosas- dijo Aralen muy severamente- Los escuche a ambos, conversando en la biblioteca... hablando de mí como si yo fuera una especie de trofeo.
-¿Que tanto escucho de esa conversación, querida Aralen?
-Lo suficiente como para entender que estaba sucediendo.
-¿No cree que es un mal momento para mantener una brecha con su padre ya que se aproxima una gran guerra debido a usted?
-Lari, si me sigues hablando de esa manera, me veré en la obligación de pedirte que te retires de la habitación.
-Oh, mi querida doncella, no es que quiera ser insolente ¡Yo solo quiero ayudarla! ¡Yo la estimo demasiado!

La bella doncella comenzó a sollozar, y la criada de inmediato estrecho sus brazos sobre los de ella y la abrazó con todas sus fuerzas.
-¡Oh, Lari, Lari!- exclamaba la doncella mientras un río de lagrimas escapaban de sus ojos.
-Tranquila, doncella- decía la criada una y otra vez- Yo estoy aquí para ayudarla y aconsejarla en lo que mas pueda.
Una vez que Aralen ya había calmado un poco sus atormentadas emociones, bebió un poco de agua y se secó las lagrimas con un pañuelo que le entrego su amiga.
-Estoy tan triste, querida amiga ¡Tan triste! No puedo creer que mi querido padre y... Edmund, de quien me enamore perdidamente me hayan hecho algo así... ¡Cuan desdichada soy, Lari!

La criada se sentó sobre la fina cama de la doncella, y esta acomodo su cabeza sobre las piernas de su amiga. Aralen cerraba sus doloridos ojos mientras Lari acariciaba sus dorados cabellos. De un momento a otro, entro en sueño.

"Lo mejor que puedes hacer es conversar y no poner barreras, pequeña mía" - oía que una dulce voz femenina le repetía eso una y otra vez en medio de la pequeña siesta que tuvo sobre las piernas y casi almohadas de Lari.
Una vez que despertó, se dio cuenta que el sol ya comenzaba a esconderse y también que Lari había caído profundamente dormida sobre las cómodas y suaves almohadas de la cama de Aralen.
"Pobre"- pensaba Aralen- "Debe estar tan exhausta corriendo de un lado a otro con este asunto de la guerra".

Aralen se levantó lentamente de los muslos de su amiga y comenzó a preguntarse quien le hablaba mientras ella dormía, pues ya era imposible que fuera su amiga, pues dormía casi a ronquidos.

-Lari, despierta- dijo la doncella mientras apretaba suavemente la mano de su amiga- Nos hemos quedado dormidas sin quererlo.
La pobre criada después de varios llamados vino a reaccionar a que estaba sucediendo y donde estaba, se levanto rápidamente de la cama y acomodo su largo vestido.

-¡Cuanto tiempo ha pasado, quizá el Rey Lune me reproche!- exclamo Lari mientras arreglaba su cabello que estaba algo desordenado.
-Solo di que estabas conmigo y ni siquiera tratara de responderte algo- dijo la doncella.
-Con su permiso, doncella- dijo Lari escapando a toda velocidad por la puerta. Al segundo siguiente, Aralen la cerró con llave.

La doncella cepillaba su cabello, que también se había desordenado y mientras se miraba al espejo de preguntaba de quien era la voz aquella, que le hablaba mientras ella dormía placenteramente junto a su criada. ¿Es que acaso alguien había entrado a la habitación mientras dormía? Pero, ¿Quien pudo haber sido? ¿Susan? No, esa voz la había escuchado alguna vez, hace mucho tiempo pero no podía reconocer de quien era.

Aralen dejó de mortificarse con tantas preguntas que rotaban en su cabeza y se asomó en su balcón para respirar aire fresco.
Miro hacía abajo, y seguía todo como de costumbre, los narnianos y los guerrilleros de Archenland preparaban sus armas y practicaban con sus espadas y flechas.
Algunas personas se dieron cuenta de su presencia y alzaban sus manos en modo de saludo, ella respondió de igual manera, muy cortésmente.

De repente, ve a Edmund. Estaba algo lejos de ahí pero lo reconoció de inmediato.
No estaba solo, estaba en compañía de un delgada mujer de su mismo tamaño, se trataba de una criada mas de Anvard cuyo nombre es Dina.
Estaban conversando y de repente se largaban a reír.
Esta escena desato la ira y los celos de Aralen, quien de inmediato volvió a incorporarse en su habitación y a maldecir la existencia de Edmund.

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