La verdad era que Edmund y otra criada de Anvard, Dina, se habían amistado desde antes que Aralen los viera juntos el día de ayer.
Dina varias veces le convido al caballo de Edmund agua y alimentos, e incluso a veces la merienda matutina se la traía Lari hasta donde estuviese el rey de Narnia.
Dina era solo una muchacha de quince o dieciséis años, hija de una de las criadas mas veteranas de Anvard. Al ver ayer, al Rey Edmund sin ninguna expresión en su rostro, con la mirada casi perdida en su espada, ella se le acerco y le preguntó:
-¿Puedo ayudarle en algo, Su Majestad?
"Edmund estaba tan hundido en sus pensamientos y en su tristeza, que segundos después notó que la noble joven estaba a su lado y le hablaba:
-Perdón, joven Dina, no fue mi intención ignorarla- se excuso el Rey con una esforzada sonrisa- Pero es que yo... yo solo...
-¿Se siente usted bien?
-Pues, claro que si.
-A mí no me parece que sea así, para serle sincera, usted luce muy deprimido.
"¿Es que tanto se aprecia la pena que siento en mi interior?"- se preguntó el Rey.
-Es muy difícil de explicar, joven Dina, pésimamente difícil de explicar.
-Al menos deme una pequeña pista, para quizá poder ayudarlo... Digame, ¿Es acerca de la guerra que se avecina?
-No, no lo es...
-Entonces, ¿Es algo acerca de su país Narnia?
-No.
-¿Sus hermanos?
-No, para nada.
-Pues, entonces... ¿Acerca de la doncella Aralen?
Los ojos café del Rey casi se escapan de su posición al oír ese nombre.
-No- mintió el Rey.
-Su cara casi de distorsiono al oír el nombre de la doncella, Rey Edmund.-dijo la criada inclinando su cabeza hacia un lado.
-Bueno... si, lo admito. Es acerca de ella.- enrojeció Edmund.
-Pero... ¿Por qué ella lo tendría triste, si es ella quien alegra su rostro cada día?
-También es muy difícil de explicar, Dina.
-¿Es que acaso no existirá algo simple de explicar?
-Algo simple de explicar es enseñarle a montar un caballo a alguien- sonrió levemente el Rey.
-¡Eso no es simple!-exclamó Dina- Me refiero a... montar un caballo.
-¿Es que acaso usted no sabe montar un caballo?
-¡Oh, por favor, no lo diga en voz alta!- sonrojó Dina-Es un secreto...
A Edmund le fue inevitable no sonreír de oreja a oreja y terminar carcajeando, y la criada se contagio de igual manera. Fue en ese momento que la Aralen se asomo en su balcón. Era extraño que una persona en Archenland, independiente de que fuera hombre o mujer, no supiera montar un caballo.
-¿Es que acaso usted me esta jugando una broma?-preguntó Edmund entre risas.
-Es una cruda verdad- respondió Dina.
-No se preocupe, prometo enseñarle a montar un caballo en cuanto usted y yo podamos-dijo Edmund, aliviando su risa.
-La verdad le conte este vergonzoso secreto solo para sacarle una sonrisa en su rostro... y creo que lo logré a la perfección.
Edmund sonrió dulcemente y le dijo:
-Es usted una buena persona, Dina. Pero... ¡Igual le enseñare a montar un caballo!
La chica volvio a reir.
-Esta bien, eso espero."
Aralen esperaba la merienda mientras arreglaba su cabello, pero su criada ni siquiera asomaba su nariz a la puerta.
"Siento que voy a morir de hambre si Lari no entra con algo de comida en los próximos segundos"- pensó la joven, mientras su estomago rugía sin parar. No comía nada desde la merienda de anoche.
La joven se estaba desesperando y caminaba de un lado a otro. Tomó las llaves, abrió un par de centímetros la puerta y asomo su cabeza mirando lado a lado los pasillos. No se veía, ni se sentía nadie rondar cerca de su habitación.
"¿Donde se habrán metido todos?".
Volvió a cerrar la puerta y se asomó por el balcón, se veía poca gente merodeando de un lado a otro acarreando sus caballos. ¿Es que ya venían llegando los calormenes?. La joven comenzó a asustarse, pero su vientre seguía rugiendo con mas fuerzas que decidió a salir de esta para ir a la cocina por algo de comida.
Bajó las escaleras con cautela, se escondía cuando veía pasar a alguien ya que la saludarían, bloquearían su paso y podría aparecer su padre, con quien no deseaba cruzar ni tan solo una palabra.
Por suerte paso desapercibida hasta llegar a la cocina, esta también estaba vacía, ninguna criada permanecía ahí haciendo sus labores.
Tomó manzanas, platanos y varias frutas mas guardandolas en los faldones de su vestido.
-Aralen...
La chica estaba tan concentrada en sacar frutas tan rápidamente, que al oír esa voz, tras de ella, le fue inevitable no dar un salto del susto dejando caer toda su comida. Las manzanas rodaban por todo el lugar, llegando incluso, a los pies de la persona que estaba frente a él.
Edmund se inclino a recoger las manzanas que habían chocado contra sus pies, las tomó delicadamente y accedió a entregarselas a la joven.
Ella estaba atónita, solo atino a quedarse perpleja mirandolo unos cuantos segundos. Traía puesta la vestimenta de guerrero: su malla debajo de ese manto rojo con el dibujo de un león medio a medio, unas placas de fina plata cubrían sus hombros y unas duras botas de cuero sus pies. Definitivamente la guerra ya se veía venir.
Aralen, cogió las frutas que el joven le ofrecía, de una manera bastante brusca. Murmuró un débil "Gracias" en sus labios, y se marcho de la cocina con apuro, dejando el resto de frutas esparcidas por el suelo.
Edmund la siguió por los pasillos, tratando de detenerla, ella no obedecía hasta que en un momento se detuvo y giró y lo miró a los ojos.
-Le dije que entre usted y yo ya no existe comunicación, ¿Qué acaso eso no puede entrar en su cabeza?
-Por favor, Aralen, no me evite mas ¿Sí? Tanto usted, como yo, desea que le explique realmente lo sucedido.
Pues, en el fondo, Aralen sabía que el Rey tenía razón, pero ella no se iba a dejar vencer fácilmente.
-Busquese otra mujer que lo ame y crea en sus mentiras, Rey Edmund.- dijo Aralen con una sonrisa bastante amarga -Su futuro no es conmigo.
-Yo creo que a pesar de todo ese rencor acumulado que tiene en su corazón hacia mi persona, usted me sigue amando de igual intensidad.
La chica estaba enrojeciendo solo de ira, odiaba que el hombre que estaba frente a ella tuviera tanta razón.
-¿Por qué no le promete amor verdadero a la criada con la que tanto habla?-estalló Aralen.
Edmund palideció y a pesar del incomodo momento en el que estaba sumido, le fue inevitable no sonreír levemente y agregar:
-¿Esta usted celosa, Aralen?
Ella solo se quedo sin palabra, le lanzo una mirada de desprecio infinito y continuó con su camino hacia su habitación. Él la seguía, por supuesto.
-Es a usted a quien amo, no a mi amiga Rina- decía el rey mientras seguía casi pisando los talones de su amada- Oh, por favor ¿Qué puedo hacer para demostrarle que yo realmente la amo?
Aralen se detuvo otra vez, pero sin mirarlo le dijo:
-Detener la guerra que veo que se avecina.
-¿No cree que es algo que no esta en mis manos?
-Por eso.
Continuó su paso acelerado y se encerró en su habitación.
-
La guerra ya comenzaría en unos cuantos minutos o unas cuantas horas. Aun no estaba claro.
Mucha gente de Archenland que merodeaba en los límites, vio que una turba inmensa se venía acercando lentamente desde el desierto. Rápidamente volvieron a Anvard a alertar sobre este hecho y de inmediato, tanto el Rey Lune y el Rey Peter y sus hermanos, dieron la orden de dar marcha a las estrategias de ataque que planearon desde el primer día en que llegaron.
Las empleadas de toda Anvard, estarían escondidas en una habitación subterranea del castillo, toda armadas por su puesto. Los que estarían a las puertas del castillo, serían los reyes de Narnia y los guerreros mas fuertes los acompañarían. Dentro del castillo, escondidos en los pasillos, también habría otro resto y el Rey Lune se escondería en el ultimo piso de Anvard.
-Ya sabemos todas las posiciones de cada uno- decía Peter- Pero, falta alguien mas importante... La doncella Aralen.
El rey Lune y el rey Edmund se miraron sin saber que responder.
-¿Ella ya se siente mejor, cierto?- preguntó Lucy.
-Oh... oh, creo que... sí-balbuceó el anciano Rey.
-¿Cree... que sí?-preguntó Susan confundida.
-No ha salido de su habitación hace bastante-replico Lucy.
-Estoy segura que se siente mejor-aclaró Peter- Pues, yo la vi ayer asomada en su balcón y se veía bien.
-Pero... ¿Donde la esconderemos?- preguntó Edmund, nervioso.
-Buena pregunta- dijo Susan- Ella es el plato principal de los calormenes.
-Creo que ningún espacio aquí es seguro para la doncella- dijo Peter.
-¿Qué propones?- preguntó Lucy, muy curiosa.
-Que se aleje lo mas lejos posible de Anvard.
-Los calormenes estarán en todas partes ¡No solo en los alrededores de Anvard!
-Entonces... la sacaremos de Archenland.
El rey dudo un poco, pero luego accedió.
-Esta bien, pero... no puede escapar sola.
-Yo no podría acompañarla puesto que yo manejo el equipo de tiro al blanco.-dijo Susan.
-Yo tampoco, puesto que yo soy quien ayuda a la gente herida-dijo Lucy.
-Ni yo menos, si soy yo quien dirige las tropas- dijo Peter.
Los tres hermanos miraron a Edmund.
-Yo tampoco puedo ya que yo...
-No te preocupes, hermano menor, yo puedo hacer las cosas por ti-dijo Peter colocando su mano sobre el hombro de su hermano- Se que cuidarías muy bien a la joven doncella y la defenderías a muerte.
-Pero... es que... yo-balbuceó Edmund nervioso.
-Sí, hermano- dijo Susan con una sonrisa- Tú eres el indicado.
Edmund miró al Rey Lune y este solo asintió con la cabeza.
-Esta bien- acepto Edmund entre dientes.
Un enorme estallido se escucho en las puertas de Anvard.
-¡Por la melena del León, llegaron antes de lo esperado!-exclamó Lucy.
-¡Todos a sus posiciones, ya!- gritó Peter abriendo la puerta de la biblioteca donde se encontraban charlando.
Todos lo siguieron, y mientras corrían por los pasillos, Lune se dirgio a Edmund.
-Cuida de mi hija, por favor, como si fuera lo único que quedara en tu vida.
Cap. 10 "Campanas de Guerra"
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- 8/1/12
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