Cap. 11 "Una nueva propuesta"

Relata Edmund:

"Todos corrían de un lado a otro, tomando sus armas y colocandose en sus posiciones. Me sentía algo ahogado corriendo por los pasillos y las escaleras de Anvard, o quizá solo me dejo sin aliento lo ultimo que me dijo el Rey Lune. En medio de gritos de histeria y golpes que oía por todos lados, llegué a la habitación de Aralen.
Toqué su puerta sin parar y con mucha fuerza, sabía que era la única manera en que abriera esa cosa.
Así fue, ella abrió la puerta y dejó un pequeño espacio dejando ver su cara de panico.

-Ya ha empezado- dijo casi tiritando y olvidando, al parecer, su molestia hacia mi persona.
Podía ver la angustia y el terror que recorría su piel, ella me quería abrazar pero lo evito apretando sus dedos en la puerta.
-Aralen, se que me odias- dije tratando de buscando su lado positivo- Pero debo sacarte de Anvard, eso me pidió el Rey Lune y mis hermanos.
-¿Como escaparemos de aquí?- preguntó la joven aterrorizada- Desde mi balcón pude ver como los horribles calormenes atacaban a los nobles guerreros de Narnia y Archenland, ¡Encontraron a todas nuestras tropas desprevenidas! ¡Rabadash vendrá por mí en cualquier momento!
-¡Le prometí a su padre que nada le pasaría a mi lado, por favor, tomé mi mano y escapemos!
Ella estaba a punto de echarse a llorar del miedo que sentía, pero rápidamente tomé su mano y la jale con algo de fuerza contra mi cuerpo.
-No me suelte, por favor- le pedí.
Corrimos por los pasillos, hacía abajo, buscando la salida por la parte trasera del castillo, tratando de pasar desapercibidos. Los calormenes ya habían entrado a Anvard amenazando con sus enormes armas, temí en un segundo por las vidas de mis hermanos.
"Peter no dejaría que algo malo les pasara a mis hermanas"- me convencí.

Logramos zafarnos de los calormenes corriendo a toda velocidad.
Una vez que salimos, tomamos el ultimo caballo que estaba amarrado en un arbol.
Subí yo primero, y luego, la ayude a subir a ella. Ella amarró sus brazos a mi cintura y me fue inevitable no recordar por unos segundos aquella vez que fuimos a visitar la tumba de su madre.
Eché riendas al caballo, y este avanzo a toda marcha. Estaba casi seguro que algún enemigo nos había visto.

-Edmund, yo no traigo un arma... y tú tampoco-dijo la doncella en mi oído.

Las cosas habían pasado tan rápido que olvide por completo mi espada, que debido a esto me sentí menos seguro y le di mas riendas al caballo."


-

-Aralen- le decía el Rey mientras iba esquivando todos los arboles de nuestro camino.- Se que no tendré otro momento para conversar con usted, así que lo haré ahora...
-Ahora solo es momento de huir de aquí...
-En un principio la propuesta del Rey Lune también me pareció extraña y hasta algo atrevida- continuó hablando Edmund ignorando por completo las palabras de la joven- Pero al pasar de lo minutos, note que no se trataba de interés por conseguir tierras o negociaciones de ese tipo, si no se trataba de otro interés: el interés por cuidarla usted y dejarla como reina antes de que él muera.
Aralen escuchaba con atención mientras fijaba su vista perdida en las patas del caballo.
-No se que se le habrá metido en la cabeza al Rey Lune de que ya estaba viejo- prosiguió Edmund- O solo estaba preocupado porque usted negaba todas las propuestas de los príncipes que pedían su mano... Creame que él sabe mas que nadie en el mundo que usted cree en el amor verdadero, por lo tanto, él decidió iniciar la búsqueda de un hombre bueno e idóneo para usted. Él sabe que usted nunca aceptara ser la dulce esposa de un charlatán.
Las palabras de Edmund comenzaban a tener sentido en la cabeza de Aralen.
-No quiero que lo siguiente que yo le diga vaya a sonar algo posesivo de mi parte, pero... El rey Lune cree que yo soy ese hombre bueno e idóneo para usted. Según él, siempre le llegaron comentarios positivos acerca de mi persona y... eso lo llevo a hacerme la propuesta.
"Tal vez yo exagere todo, tal vez yo no escuche lo suficiente tras la puerta esa noche... ¡Me paso por espiar!"- rebotaban los pensamientos de la joven.
-Creame que yo no se nada acerca de conquistar una dama, nunca intente hacer eso con usted... con usted solo... fui yo mismo.

Apenas la joven dio un suspiro para poder decir una palabra, los soldados calormenes los habían rodeado. No tenían escapatoria.
-Aquí esta lo que nuestro príncipe anda buscando- dijo uno de ellos, bajando de su caballo.

Les hicieron bajar del caballo amenazados entre espadas y flechas, les quitaron el caballo, y los ataron de manos, con el Rey fueron un poco mas agresivo que con la doncella. Ella entre codazos y zamarreos trataba de zafarse de ellos, pero era totalmente imposible.

-¡Ustedes, Caballeros, sois unos irrespetuosos!- exclamó Aralen, demostrando autoridad- ¡Se están dirigiendo a la segunda mayor autoridad de este país, Archenland! ¡Os exijo respeto o les irá muy mal!
-Lo siento, doncella- dijo el jefe de la manada con una vil sonrisa y sosteniendo los brazos de la dama- Pero nosotros solo podemos acatar ordenes de nuestro Rey, el Tisroc (Que viva para siempre).
-¡Pero estáis en mi país y aquí debéis acatar mis ordenes!- exclamó la doncella, roja de furia.
El tipo comenzó a reír silenciosamente.
-Este país ya no pertenecera a usted, doncella.-dijo el tipo-Esto ahora pasara a ser propiedad de Rash y el Tisroc (que viva para siempre).
La doncella iba a seguir insistiendo, hasta que mira el rostro tranquilo de Edmund y este le hace un gesto de que guardara silencio, parecía tener algo en mente. Ella obedeció y guardo silencio.
Una gran cantidad de soldados calormenes armados llevaban al Rey y la doncella de vuelta a Anvard caminando. Las muñecas de Aralen comenzaban a dañarse con el fuerte nudo que le hizo uno de los soldados y sus tobillos iban rotos con el raspar de sus zapatos en la tierra.
En un momento, Edmund tropezo y cayó al suelo, no sintió muy fuerte el dolor debido a su armadura, pero el soldado que lo tenía lo levanto violentamente y le susurró al oído "Llamé al león-fantasma para que venga a salvarlo".
Edmund solo le respondió con una mirada de odio infinito.
Una vez que llegaron, el ambiente en Anvard y en sus afueras era horrible.
Los calormenes luchaban contra a los narnianos y los Archenlandianos, gente herida había por todas partes, el horrible sonido de espadas chocando llegaba a ser ensordecedor y los gritos de histeria calaban profundo. Las criadas eran obligadas a salir una por una de Anvard amenazadas por una flecha, Peter y Lune fueron divisados entre la multitud luchando con cualquier calormene que se les viniera encima, Susan no se veía cerca y Lucy, mientras ayudaba a una criatura narniana, fue alcanzada por un enemigo.
-¡Lucy!- gritó Edmund tratando de zafarse de los calormenes.
La desesperación de Edmund al ver a su hermana secuestrada por los calormenes provocó un fuerte dolor en el pecho de Aralen.
"¡Soy una estúpida! ¡Se supone que soy la heredera al trono de máxima autoridad, no debería permitir que esto le pasara a mi nación, ni tampoco a la nación hermana de Narnia!"- pensó la doncella, llena de impotencia.

-¡Detengase!

La orden de la doncella se hizo escuchar en cada rincón de Archenland.
Todos dejaron de hacer lo que estaban haciendo, tanto la gente de Aralen como los enemigos y dirigieron la mirada hacia la doncella, totalmente sorprendidos y en silencio. Incluso Edmund.
El rostro de Rabadash se asomó en medio de la multitud, y junto con sus tarkanes protegiendolo de cualquier eventual ataque, caminó lentamente con su cimitarra en la mano y con una cruel sonrisa hacia la muchacha.
La joven lo miraba con seguridad... pero en el fondo sabía que en estos momentos él era quien tenía el control.

-¿Donde habías escapado, querida Aralen?

En ese momento, el Rey Lune perdió el control y trató de acercarse a su hija pero un calormeno apoyo su su cimitarra sobre el cuello del Rey. "No se mueva si quiere evitar una desgracia ahora mismo"- le susurró el calormeno al oído.

-¡Pero que sucia y rota esta su ropa, doncella!- exclamó el príncipe de Calormen- Prometo que apenas nos casemos, tendrá nueva ropa y de la mas fina de todo Calormen, usted será la mejor vestida.

A la joven no le salían las palabras, quería gritar e incluso escupir en su cara, pero había algo que la ataba a hacerlo. Sentía que había una voz dentro de ella, que le decía una y otra vez "tranquila, todo estará bien". Era esa misma voz que escucho mientras dormía junto a su criada en la habitación.

-Ahora entreguenmela, ahora será mi acompañante hasta la muerte- dijo Rabadash.
-¡Detente!- intervino Edmund.

Ahora todas las miradas recayeron en el Rey de Narnia, y la sonrisa cretina del príncipe se desvaneció al ver que alguien lo interrumpía. Levantó su cimitarra y lo apunto directamente al cuello. Aralen dejó caer un gemido silencioso.
-¿Tienes algo que decir?- preguntó Rabadash, pero luego bajo un poco su arma algo sorprendido al ver su rostro con claridad y agregó- Oh, pero si es uno de los reyes de Narnia ¡Rey Edmund, el justo! Siento mucha pena que nos conozcamos en estas circunstancias, pero... así es la vida ¿No?

Edmund no respondió nada, solo lo miraba con firmeza y se repetía una y otra vez en la cabeza "Aslan, por favor brindame tus fuerzas y tu seguridad sea donde sea que estés".

-¿Y qué es lo que lo obliga a detenerme, máxima autoridad de Narnia?- continuó el príncipe.
-La mujer con la que quiere contraer matrimonio- respondió Edmund.
"¿¡Qué estas haciendo, Edmund!?"- pensó Aralen y a la vez, sus hermanos.
-¿Qué es lo que sucede con la doncella de Archenland?-preguntó el príncipe muy intrigado.
-Yo también quiero contraer matrimonio con ella- respondió Edmund.
Los ojos del príncipe se abrieron tanto que ya parecía que escaparían de su ubicación.
-Prosigue...
-La hija del Rey Lune estaba confundida ¡Muy confundida! entre usted y yo, ya que las propuestas de matrimonio de ambos las recibió al mismo tiempo... Por eso es que ella negó su petición, no por crueldad, sino porque en su cabeza y en su corazón no sabía a quien escoger- mintió ingeniosamente el Rey.
-Jamás quise llegar a esta situación, Rabadash- siguió el juego la doncella- Jamás quise llegar a una guerra debido a mis confusos sentimientos hacia su persona.
El príncipe bajó su arma totalmente y se acercó a Aralen, creyendo cada palabra de lo que ambos decían.
-¿Es eso cierto, Aralen?- preguntó Rabadash.
-¡Oh, muy, muy cierto!- respondió Aralen, reflejando tristeza en su facciones.
A Edmund le alegró que Aralen haya entendido lo que él quería lograr: confundir al príncipe y ablandar un poco sus sentimientos con la imagen triste de la doncella.
-Sueltenla, la están lastimando mas que a su corazón- dijo Rabadash a sus tarkanes.
Hicieron caso y la princesa se llevó las manos a la cara, pareciendo que en cualquier momento iba estallar en llanto.
-¡Oh, Aralen! ¡Yo siempre supe que usted sentía algo de amor, aunque fuese mínimo hacia mi persona!- dijo el príncipe.
La princesa no respondió nada, solo continuó su actuación.
-Entonces, si la dama esta confundida y no puede elegirme a mí, es debido a su existencia- dijo el príncipe apuntando al Rey.-Tendré que deshacerme de usted, Rey Edmund.
-Eso no es digno de un respetado tarkan- dijo la doncella al ver que el asunto se complicaba un poco.
-¿Qué cree usted que es digno?- preguntó el príncipe.
La joven no sabía que responder, hasta que Edmund responde antes de cualquier cosa que ella dijese:

-Una batalla de espadachín entre usted y yo, para ver quien es mas fuerte y así ver quien es el hombre adecuado para cuidar de la doncella.

Era una propuesta convincente, pero no tanto para Rabadash quien inclinó la cabeza hacia un lado.

-Yo he sabido que usted es uno de los mejores espadachines de toda Calormen- agregó Edmund para convencerlo- No veo en que tenga que temer.
-Eso es bastante cierto- dijo Rabadash.
-Entonces ¡enfrentemonos!, hagamos un duelo de espadachín entre los dos, quien gane, también gana el corazón de la princesa, y quien pierda, debe volver a su tierra sin volver hasta acá nunca mas en su vida.
-¿Qué sucede si alguien sale muerto de aquí?
-Todo sea por el corazón de la doncella.
-Esta bien... ¡Que así sea!

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