Cap. 12 "Antes de comenzar"

Los narnianos y los Ancherlandianos fueron liberados de las manos de sus enemigos una vez que su jefe, el príncipe Rabadash dio la orden de hacerlo.
La tripulación de los calormenos se reunió en sus respectivos campamentos, que era unos metros mas alejado de Anvard para oír la información que tenía Rabadash para ellos.

-Me enfrentaré con el Rey Edmund de Narnia en un combate de espadachín- informaba Rabadash- Quien gane, se queda con el corazón de la princesa y con Archenland.
-¿No cree que es mas facil irse de guerra contra ellos, tomar a la princesa rapidamente y fin de la historia? En vez de hacer un enfrentamiento de espadas, opino yo...-dijo uno de los tarkaanes que eran mas cercanos a Rabadash.
-¿Es qué acaso dudas de mi desempeño y sabiduría con la cimitarra?- preguntó el príncipe con molestia.
-¡Oh, no, para nada! Solo digo que sería mas fácil y ahorrador de tiempo acabarlos en una guerra, nosotros somos mas que ellos...
-Si Aralen quiere un hombre fuerte como esposo, tendré que demostrarle mi mas sincero amor acabando con el Rey de Narnia.
-¿Esta seguro que eso sería lo que le gustaría al Tisroc (que viva para siempre)?
-Sí continuas con tu actitud negativa a quien terminare acabando será a ti y a tu habladora lengua.
El tarkaan bajó la vista y guardo silencio de inmediato. El resto de los takaanes comenzó a preparar a su príncipe, ajustar sus armaduras, afilar su cimitarra, crear estrategias, etc.
"Es solo un niño, le ganare con facilidad y le demostrare quien manda"-pensó Rabadash mientras se colocaba su casco.

Mientras tanto, en el lado bueno, había histeria colectiva.
-¡Edmund, como te atreves a hacer algo así sin mi consentimiento!- exclamaba su hermano mayor en completa furia caminando en círculos y llevando sus manos a la cabeza una y otra vez-¡Yo, Rey Peter, máxima autoridad de Narnia, no te lo permitiré!

Los cuatro hermanos y el Rey Lune se encontraban en la biblioteca de Anvard, a puertas completamente cerradas, discutiendo cual sería el plan para acabar con Rabadash y sus tropas. Ninguno de los hermanos se veía muy convencido por el actuar que tomó Edmund.

-Peter, soy mejor que tú en combate de espadachín- dijo Edmund- ¿Acaso no recuerdas quien ganó la ultima vez que nos enfrentamos?
-Pero esta vez no te enfrentas conmigo, te enfrentas con Rabadash ¡Quién es capaz hasta de matarte!
-Lo venceré, Peter, y esta guerra se podrá dar por finalizada.
-¿¡Y qué pasa si no es así!?
-¡Deja de ser un tipo amargado y negativo, no todo lo que tú haces es perfecto!
-Esta guerra la pudimos haber ganado pero...
-¡Oh, pero claro!- exclamó Edmund con ironía interrumpiendo a su hermano.
-¡Ya basta, no sigan peleando!- intervino Susan entre los dos, quienes ya parecían que sacarían sus espadas y lucharían ahí mismo.
-Rey Edmund... ¿Esta seguro de enfrentarse contra Rabadash?- preguntó timidamente el Rey Lune.
-¡Claro que sí!-exclamó el rey con cierto entusiasmo desvainando su espada.
-Yo debería enfrentarme a él- replicó Peter.
-Y ¿Por qué?- preguntaron todos a la vez.
-Porque en primer lugar, es el Rey Lune quien debería hacerlo, pues la guerra es contra su nación, pero debido a su edad, es obvio que no esta en condiciones, por lo quien pasaría a tener el control, soy yo, como máxima autoridad de Narnia.
-Ya basta, Peter... Yo soy quien ama a la hija del Rey Lune, yo soy quien me debo enfrentar a ese hipócrita que desea hacerla su esposa a la fuerza.

El Rey Peter se quedó congelado y sin saber que responder a tal excusa de su hermano. Edmund, quizá tenía algo de razón... pero a Peter, como hermano mayor, le preocupaba tanto lo que a su pequeño hermano le llegase a pasar.
El enorme silencio que había en la biblioteca fue acabado por un entrada repentina, sin tocar la puerta, de un fauno de la tripulación narniana.

-¡Disculpen mi falta de respeto, grandes reyes!- se disculpó el fauno- ¡Pero los calormenes ya están acá! y esperan... que el Rey Edmund aparezca por sobre todo.

Peter y Edmund se miraron a la vez varios segundos como queriendose lamentar ambos de algún error cometido. El mayor se abalanzó sobre su hermano y lo abrazó con todas su fuerzas, Edmund hizo lo mismo.
-Me cuesta aceptar que ya tienes una edad razonable- decía Peter al oído de su hermano- Pero es que mientras yo viva nunca dejaré que a ti y a nuestras hermanas les pase algo malo.
-Te entiendo, Peter- dijo Edmund- Pero ¿Sabes que puedo prometer yo, hoy día? Que acabaré con esta guerra acabando con Rabadash.
Ambas hermanas también se unieron al gran abrazo y le desearon la mejor de las suertes a su hermano.

Mientras tanto, en otro lugar de Anvard.

Aralen y Lari se encontraban en la habitación de la doncella, quien curaba las heridas que había conseguido al ser capturada por los calormenes.

-Lari ¿Te encuentras bien? ¿No te hicieron nada malo?- preguntó la princesa.
-Oh, solo mis rodillas me duelen un poco ¡pero no es gran cosa! solo me tropecé y caí con otra criada cuando nos llevaban atadas de las muñecas a todas juntas.
-¿A donde pensaban llevarlas?
-No lo sé, solo querían sacarnos de Anvard... ¡Fueron muy agresivos esos calormenos!
-Infelices ellos e infeliz Rabadash.
-Ah... Aralen... con respecto a lo que el Rey Edmund hará por usted y por toda Archenland...
-¡Oh, por favor, Lari! ¡No me digas nada! ¡Se perfectamente que soy una estúpida!

Alguien toca la puerta y la abre un poco, era el Rey Lune.
-El combate esta por comenzar, damas-dijo él, asomandose con timidez.
Aralen se levanto de la cama y se adelantó al Rey.
-Padre... yo...
-Después podemos hablar, Aralen.
-Pero...
-No estoy molesto, ni nada de eso, hija mia.
El rey sonrió y ella le devolvió la misma sonrisa. Tanto la criada, como la doncella siguieron al Rey en silencio hasta llegar a la salida de Archenland, donde se asomaban a un lado cientos de Calormenes y al otro costado, nobles soldados.

Relata Aralen:

"Cuando vi a Edmund con su armadura puesta y su espada en mano, y con una mirada bastante seria, en una esquina de lo que sería el lugar de combate contra Rabadash, el miedo y la tristeza invadió todo mi cuerpo dejando mi piel como la de una gallina desplumada. Rabadash también traía su armadura puesta, pero también una vil sonrisa casi asegurando que el vencedor sería él. Mi corazón dejó de latir cuando este me lanzó una mirada, el pánico me consumía y ya iba corriendo donde Edmund a decirle que escapáramos lejos, como sea y donde sea, huir de este horrible lugar impregnado por el aroma a guerra.

"No temas, Aralen"- oí decir tras de mí, pero gire y solo estaba Lari.
-¿Tú dijiste eso?- pregunté.
-¿Decir que, doncella?
-Pues, eso...
-He permanecido en silencio desde que salimos de la habitación, doncella, ¡Los nervios me carcomen!

Efectivamente, no era Lari. Era una voz femenina y no era la voz de Lari, era otra, era esa voz fantasma que ya había escuchado en dos oportunidades. O ¿Estaré yo enloqueciendo con todo esto?
Volví mi mirada hacia la escena y volví a sentirme una culpable de tan solo ver los rostros de miedo de Susan y Lucy, el mas concentrado y serio era Peter, quien controlaba su postura de Gran Rey.
Los tres parecían darles varios consejos a Edmund antes de iniciar todo y tantos los narnianos como los archelandianos alentaban, con alegría y entusiasmo a Edmund. Él, todo un noble Rey, les devolvía la palabra con una sonrisa de oreja a oreja.

-Acerquemonos, hija- dijo mi padre, quien aun permanecía a mi lado.
-Esta bien... padre- acepte.

Nos acercamos lentamente hasta el lugar donde ocurrirían los hechos.
-¡Rey Lune y la bella doncella!- exclamó Rabadash al ver nuestros rostros asomandose entre la multitud.-Ustedes, como grandes autoridades de Archenland, deberían permanecer frente al lugar de combate, teniendo una visión privilegiada y fuera de dudas.

"Maldito, maldito, maldito"- me decía una y otra vez.

Hicimos caso, antes de que él y sus tropas nos hicieran algo, unas criadas nos llevaron unos asientos pero nos negamos, pues no estábamos frente a algo bueno que presenciar.
Mire a Edmund, y su mirada ya estaba sobre mí. Es como si me estuviera hablando y diciendo nada a la vez en sus ojos.
Tragué amarga saliva.

"Todo estará bien, te lo prometo"- esa voz otra vez.

-¿Listo?- preguntó Rabadash, colocando su casco.
-Listo- afirmó Edmund, con una sonrisa desafiadora.

La voz... la voz venía de mi madre."

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