Edmund le daba filo a su espada, que le obsequió su hermano hace unos meses, sentado sobre un pedazo de tronco. Junto a una de las carpas de sus tropas y una apagada fogata.
Aun lo tenía muy preocupado lo que había sucedido ayer.
Pensó toda la noche en su Aralen, en lo hermosa que sería una vida junto a ella y en lo hermoso que sería que ambos fueran reyes. Pero, luego pensaba en que sí lo que la propuesta del Rey Lune había influido en todo eso... Pero, ¿Que pasaría si Aralen supiera eso? De seguro, se molestaría con lo dama y noble que es ella.
-Buenos días, hermano- saludó Susan al ver a Edmund. Buscaba unas cuantas flechas en los bolsos.
-Buenos días, querida Susan-dijo el rey, con una gran sonrisa al verla.
-Te veo muy pensativo...
-Solo estaba muy concentrado en afilar la espada...
-Si tienes un problema puedes confiar en mí, hermano.
El joven sintió que su hermana llegó en el momento adecuado. Necesitaba un consejo con urgencia en estos momentos.
-Tengo algo que confesar algo, Susan- dijo Edmund, dejando a un lado su espada- Se que tú, hermana, me puedes ayudar.
-Oh, cuenta conmigo, hermano- dijo la joven, tomando asiento a un lado de él.
Antes de liberar las palabras de su boca, tomó un gran respiro y luego dijo:
-Creo que estoy enamorado.
La chica, en un comienzo, pensó que él le estaba jugando una broma como solía hacerlo en los viejos tiempos. Pero al notar el brillo de los ojos y la sinceridad en su expresión, comprendió que era cierto. Esta sonrió levemente y le dijo:
-¿Y de quien estas enamorado... es de Aralen?
-¿Como lo sabes?
-Lo puedo notar en la forma que la miras y le hablas.
Al joven le fue inevitable no sonrojarse, lo que a su hermana le provocó una coqueta sonrisa.
-Pero, ¿Cual es el problema de eso?
-No lo sé, es la primera vez que me sucede algo así...
-Siempre hay una primera vez, y para tu suerte, estoy casi segura de que ella gusta de ti también.
-¿Realmente piensas eso, Su?
-Soy mujer y puedo meterme dentro de su cabeza.
Edmund sonrió de oreja a oreja al escuchar cada palabra de lo que su hermana le decía.
-¿Quieres... hacerla tu prometida?
-Pues... si ella también me ama, tal vez si...
-¿Por qué no lo averiguas tú mismo?
-¿Te refieres a... preguntarle abiertamente?
Susan asintió con la cabeza.
Esa misma tarde, mientras los narnianos merodeaban al rededor de Anvard, Edmund tomó su caballo y cabalgaba de un lado a otro en caso de ver a enemigos cerca. Luego se adentro en los interiores del bosque que separaba a Narnia de Archenland, pues comenzaba a extrañar sus tierras y a sus amigos. ¿Estarían bien Tumnus y el resto? Sintió por un momento que debía volver pero luego miro atrás, sus hermanos y toda una nación contaba con su apoyo... pero la curiosidad invadía la mayoría de su mente y cuerpo. Siguió cabalgando ensillado en su caballo hasta llegar a la parte donde ya no quedaban mas arboles que obstaculizaban el camino.
"Tal vez si viaje hasta Narnia volveré antes de que oscurezca... supongo que nadie notara mi ausencia"- pensó.
El noble caballo caminaba aun mas lento al ir dejando los terrenos de Archenland.
-No pensara en dejar Archenland ¿cierto?
Una dulce voz femenina adivinaba mis pensamientos tras de mí.
Era ella, una vez mas, era Aralen.
Voltio su cabeza para mirarla y ahí encontró su diminuta figura montada sobre un noble caballo blanco, pareciera que a los rayos del sol, Aralen luciera mas hermosa de lo habitual. Sus cabellos brillaban como el oro y pequeños mechones chocaban sobre sus pómulos debido al viento.
Edmund, sin dejar de mirarla con una tonta sonrisa sellada sobre su rostro, bajó del caballo.
Aralen también hizo lo mismo que él, ambos se acercaron.
-Para serle sincero, si lo pensé varios minutos- confesó Edmund- No por ser un cobarde de la guerra que se aproxima, si no porque estoy preocupado por mi país. Hace ya varios días dejamos Narnia y me gustaría saber como andan las cosas por allá.
Aralen bajó la vista, no de disgusto, si no de confusión. No sabía que responder a eso, por lo cual el joven rey prosiguio:
-Pero al verla a usted... tan solo su dulce presencia hizo que todo lo que pensara se me haya olvidado y me haya echo entender, a la vez, que en Narnia todo esta bien.
A la joven le fue inevitable enternecerse con las palabras del Rey y también, enrojecerse.
-Aun así si quiere visitar Narnia, puede hacerlo- dijo la doncella tras varios segundos de silencio- No quiero ser un impedimento, es mas, puedo ayudar a cubrir su ausencia...
-No será necesario, Aralen- se apresuro en responder Edmund- No voy a dejar Archenland... no voy a dejarla sola.
Aralen sentía que por cada palabra que decía Edmund, la iba conquistando mas y mas. Ella con movimientos coquetos en su cabeza, se acerco unos pasos mas a Edmund, quien aun no despegaba su sonrisa de oreja a oreja.
-Lo siento, Aralen- dijo Edmund voltiando para mirar el hermoso paisaje que tanto tranquilizaba con las fuertes palabras que Edmund iba a mencionar- Pero no puedo fingir que usted no me interesa, yo he descubierto un sentimiento que jamás había sentido al verla y al escucharla, estoy enamorado de usted desde la primera vez que la vi. Juro por mi familia que yo no sabía que era el amor hasta que la conocí, en la biblioteca, mientras su padre la presentaba. Estoy tan enamorado de usted que hoy día mismo, si fuese posible, tomaría su mano y la haría mi esposa por el resto de mi vida. Y no crea que solo me gusta su belleza exterior, creame que estoy enamorado hasta de su delicada voz y en la forma que posa sus ojos sobre mí.
Al finalizar, Edmund se preguntaba confundido, de donde consiguió sacar palabras tan hermosas. Hablaba de corazón.
Las palabras de Edmund calaron en lo mas profundo del corazón de Aralen, nunca nadie antes en su vida alguien le había dicho cosas tan hermosas como Edmund, ni siquiera los hombres que quisieron tomar la mano de la joven anteriormente, nada se comparaba a la sinceridad de Edmund. Aralen lo comprobó, alguien al fin se había enamorado de ella de verdad.
El viento soplaba en la cara de Edmund, y al notar el silencio de la joven, por un momento creyó que se había ido, hasta que sintió su pesada respiración cerca y a los segundos después... su mano sobre la de él. Su corazón dejó de palpitar.
-¿Sería descortés y desgraciado de mi parte si... respondería a esas bellas y únicas palabras... mañana?-preguntó la joven tan tiernamente que a Edmund le fue imposible negarse.
-Claro que no, mientras sus sentimientos estén completamente claros... todo será lo mejor.
Ambos se respondieron con una sonrisa.
Esa misma noche, mientras algunos de iban a dormir y otros vigilaban, Edmund permanecía sentado en el césped mirando la fogata. Estaba feliz, tenía una buena sensación en su interior. Sabía que la joven también estaba enamorada de él. Mientras fantaseaba como sería una vida junto a Aralen, sus pensamientos fueron interrumpidos por Lari, la criada.
-Rey Edmund- dijo con su tímida voz- Su alteza real, el Rey Lune, desea verlo en su biblioteca.
-¿Ahora?- preguntó extrañado Edmund, pues ya era muy tarde.
-Pues... si.
Edmund siguió a la criada. Quizá era una noticia buena. Quizá Aralen estaba con él, quizá ella le pidió a su padre que quería darle su mano para casarse con Edmund.
Pero el Rey Lune lo esperaba a solas, solo acompañado de su chimenea que iluminaba toda la habitación y unos enormes libros sobre su escritorio.
-Gracias por haber venido a pesar de la hora que es, Rey Edmund- dijo Lune.
-No hay problema con eso, Rey Lune- dijo Edmund- De que se trata esto.
-Pues... lo prometido es deuda.
-No comprendo...
-Yo le hice una propuesta hace unos cuantos días y usted prometio darme una respuesta.
El rey Lune tenía razón, hace ya harto el joven rey se estaba zafando de esto hasta un punto de llegar a olvidar por completo la propuesta.
-La propuesta-murmuró Edmund.
-No puedo seguir esperando, Rey Edmund- dijo el anciano Rey- Debo oír su respuesta cuanto antes.
-Pues... yo- balbuceó Edmund- Antes de todo, debe confesarle que realmente me he enamorado de su bella hija Aralen, usted tenía razón... ¡Ella es capaz de conquistar a cualquiera con su mirada!- Edmund comenzó a hablar con mas seguridad- Al principio, debo reconocer que me sentía algo asustado con la propuesta, ya que nunca antes había mirado a una mujer... una mujer para hacerla mi acompañante de por vida. No conocía el hermoso sentimiento del amor hasta que la vi, por lo cual todo era muy desconocido para mí. Pero ahora, Rey Lune, estoy mas que seguro ¡Yo estoy enamorado de Aralen!
El Rey Lune sonrío de la pura felicidad que Edmund emitía por sus palabras. Le entregaba una seguridad total.
Fue en ese momento, cuando Aralen vestida en su ropa de dormir, se dirigía hasta al biblioteca de su padre a conversar un tema urgente con él. Antes de decir una sola palabra, abrió la puerta con delicadeza y se dio cuenta que su padre ya estaba teniendo una conversación con otra persona. Aralen cerraba la puerta hasta notar que esa otra persona era Edmund... la curiosidad la venció por completo y se quedo a escuchar detrás de la puerta.
-Entonces, ¿Acepta mi propuesta de hacer mi hija, su esposa y reina?
-Claro que acepto su propuesta. Tomaré la mano de su hija.
-Oh, ¡Cuanto se lo agradezco, Rey Edmund! Creí que no iba a contraer matrimonio nunca... pero, ¿Esta seguro de que ella aceptara? No quiero llevarme un sorpresa...
-Se que ella se ha enamorado de mí, lo puedo presentir.
¿Qué era lo que sus oídos habían escuchado? ¿Su padre le había hecho una propuesta a Edmund para conquistarla y luego contraer matrimonio?
"¡No puede ser cierto lo que mis oídos acaban de escuchar!"- pensó Aralen, mientras se alejaba del lugar hasta su habitación, cubriendose la cara debido a sus lagrimas que la empapaban.
-Pero, creame, Rey Lune que si usted no me hubiera hecho la propuesta, yo de todos modos igual me hubiera enamorado de la joven e igual hubiera pedido su mano.
Cap. 7 "Un corazón roto al final del día"
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- 2/1/12
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